ANTONIO GIL
Ahora que las Cortes Españolas o el Parlamento –o como decimos aquí, el Congreso Nacional– aprobó el matrimonio de homosexuales, los que tenemos la costumbre de consultar el diccionario de la Real Academia de la Lengua estamos en aprietos, porque no sabemos si hacerle caso a la Madre -¿o Padre? – Patria o atender al esnobismo legal.

A pesar de todo el esfuerzo que ha hecho en los últimos años la Real Academia para su «aggiornamento» – lo digo así porque suena culto, pero en otras circunstancias hubiera escrito actualizarse – ahora resulta que se quedó nuevamente atrasada.

Eso de que el matrimonio es la «unión de un hombre y una mujer concertada» mediante ritos y formalidades legales se quedó atrás hace mucho tiempo, no por lo de los ritos ni las formalidades legales, sino por lo de hombre y mujer, porque ahora es entre hombres o mujeres únicamente.

La Academia de la Lengua Limpia, Fija y da Esplendor, pero creo que ahora también tendrá que suavizar eso del matrimonio entre hombre y mujer únicamente porque de lo contrario le harán un boicot y un piquete, además de unos cuantos artículos semanales o interdiarios en todos los periódicos del mundo, como ya aparecen en los diarios españoles.

Pero además, la Biblia tendrá que ser modificada lo mismo que el Corán. La actualización – perdón, el aggiornamento -también debe alcanzar las Escrituras Sagradas para «accesar» a la «modernidad».

Por un error de Moisés se hace constar que Dios los creó hombre y mujer, para que sean una sola carne. Algo parecido dice el Corán, que en mucho se parece a la Biblia en sus primeros capítulos. Mahoma cometió el mismo error que Moisés. Eso es anacrónico, porque lo de los «in vitro» dejó todo eso atrás.

Esto no es una broma. Somos muchos los que estamos quedando sin aggiornarnos –no sé si es así que se dice, pero me suena profundo–, por lo menos por ahora.

Todavía prefiero la definición de Andrés Bello, que espero durará un poquito más que la de la Academia. ¿Qué ustedes creen?