Junto a un grupo de colegas, fui convocada a un almuerzo organizado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Pero más que para compartir una exquisita comida, el objetivo era dar a conocer los datos relativos a República Dominicana comprendidos en el más reciente documento “Estado Mundial de la Infancia”.

En la introducción, el estudio señala que “El país ha tenido un crecimiento económico significativo durante los últimos años y se han dado muestras de pasos importantes en materia de educación, salud y protección. Sin embargo, los beneficios de estos avances aún no se reflejan suficientemente en la vida de los niños y adolescentes más pobres y excluidos”.

Entre las cifras que presenta este informe está que en nuestro país se da la tercera tasa más alta de mortalidad neonatal, que es de veinticinco por cada mil nacidos vivos. Solo Haití y Guyana nos superan.

Asimismo, diariamente mueren trece bebés menores de 28 días y el ochenta por ciento de esas muertes son prevenibles y que la probabilidad de que un niño pobre muera antes de cumplir los cinco años es de treinta y nueve por cada mil nacidos vivos, mientras que un niño rico es de solo veintiuno.

En 2014, el 83 % de los niños que ingresaron a primer grado llegaron a octavo y entre los niños del quintil más pobre, solo un 69.7 % de los que entraron a primero llegaron a octavo, mientras que los del quintil más rico, un 95.5 % llegó.

También se habla de la exclusión escolar que en la secundaria se sitúa en 26.6 % de los niños más pobres mientras que en los de clase pudiente es de apenas 4.3 %. ¿Inequidad…?

Pero UNICEF reconoce el esfuerzo que se está haciendo desde el Gobierno para que esa condición cambie y resalta la colaboración que le está brindando ese organismo para fortalecer los programas tendentes a logro del acceso, aprendizaje y culminación escolar.