La realidad en Francia

La realidad en Francia

SONIA VARGAS
En estos momentos vivimos una francia xenofobica, ansiosa, nerviosa, intolerante, y amenazada, incapaz de resolver sus problemas de marginalidad, pobreza, exclusión y racismo ufórico, con un proyecto de ley llamado «Migración Escogida», donde se restringe el matrimonio entre emigrantes y nacionales y el reagrupamiento familiar, a la vez que elimina la regularización de pleno derecho de los clandestinos con más de 10 años de residencia, y endurece las vías de expulsión en las fronteras, ésta daría facultad al gobierno de seleccionar a quién desea admitir en su territorio.

Sistema de cuotas de ingreso, donde nada es mencionado explícitamente, con éste trae una tarjeta para los emigrantes con una vigencia de solo tres años, tiempo en el cual los extranjeros deberán demostrar su competencia y talento, las habilidades de los extranjeros deberán construir bienes para el desarrollo y ascendencia de Francia.

El pasado 6 de mayo en una segunda vuelta, Francia escogió un nuevo presidente donde, con la salida del presidente Jaques Chirac, se termina un ciclo histórico de los líderes de la post guerra, que junto con Francois Miterrand y Valery Giscar dominaron la escena política francesa por más de 40 años.

Chirac, que termina su mandato en medio de fuertes críticas por el desempeño económico, los problemas de inseguridad y la reducida presencia francesa en la política internacional, así como a las puertas de una investigación por corrupción cuando era alcalde de París.

A todo esto se añaden los trágicos y lamentables sucesos que desde hace ya varios meses tienen lugar en Francia, que permite concluir que esto constituye solo la punta visible del Iceberg, la manifestación de un problema mucho más profundo que, de no solucionarse a tiempo y de una manera inteligente y constructiva, pudiera generar nuevos y muy graves conflictos.

Conflictos cuyas causas residen principalmente en el empobrecimiento creciente, en la falta de derechos y oportunidades, la exclusión, marginalidad y la precariedad que hoy enfrenta esta nación, ya no solo los o las emigrantes, si no también y con mucha fuerza por lo injusto sus descendientes, esencialmente jóvenes ciudadanos y ciudadanas franceses víctimas de una segregación que reconoce ilegítima.

Estos jóvenes que se reconocen en estos actos llamados vandálicos, en su mayoría son hijos de extranjeros y extranjeras, ellos en si no los son, estos son ciudadanos y ciudadanas del país que según proclama, rige su vida política y social, por la histórica consigna que también les pertenece, la de igualdad, libertad y fraternidad, un país que durante años se vanaglorió de construir una sociedad con espacios para todos y todas por igual y que hoy trágicamente les ha traicionado.

Nos vamos a la historia y recordamos la primavera francesa del año 1968, donde pasaron 13 días que conmovieron al mundo, quienes fueron a las calles a intentar cambiarlo y de hecho lo lograron; lo hicieron bajo la consigna «Seamos realistas, pidamos lo imposible». Los jóvenes de ahora, los excluidos del momento, pretenden decir «Seamos realistas, pidamos lo posible”, los que se les niega, lo que les pertenece.

Es además muy desconcertante, desesperanzador y terriblemente preocupante que sea Francia que hasta hoy haya representado los paradigmas de los procesos de integración para extranjeros residentes y/o su descendencia en el contexto comunitario.

Más bien parece ser que en el transfondo de este paradigma, descanse siempre la idea de la exclusión, discriminación y el racismo, que hoy consolidado brota violentamente, con su total discurso de igualdad.

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