La realidad se impondrá, a pesar del Congreso

La realidad se impondrá, a pesar del Congreso

En una cesta, con sabanita blanca y un tímido pañal como único ropaje, los niños deformes, enfermos y no deseados a partir de ahora podrían ser dejados en las puertas de las iglesias, las oficinas públicas o el Congreso Nacional. Y es que, como son hijos de Dios, la Iglesia, el Estado y los asambleístas, lo menos que podemos esperar es que sean ellos quienes los cuiden y mantengan.

Ante la aprobación del artículo 30, que nos obligará a parir un hijo sin importar cómo haya sido concebido o de qué forma viene, lo justo será que quienes lo han apoyado diseñen políticas de Estado para garantizarle la educación, salud, vivienda… y todas las condiciones de vida a esos niños. También tendrán que hacerlo para darles seguridad a los hijos huérfanos de aquellas madres que deban morir a causa de un embarazo de alto riesgo.

Todo esto sucederá, sin embargo, en los casos en que las mujeres respeten el artículo 30. En los demás, quizás la mayoría, lo que sucederá es que las mujeres acudirán a mataderos clandestinos o tomarán alguna de esas pastillas que tienen usos médicos pero son abortivos ideales.

Cuando se trate de un embarazo ectópico los médicos disfrazarán la realidad para interrumpir el embarazo porque nadie es tan cruel para permitir que un feto crezca en una trompa y espere hasta que ésta se reviente y mate a la madre y al embrión.

La realidad no va a cambiar. Sólo lograremos que la Constitución  se continúe irrespetando como se irrespeta hoy. Bien lo dijo Balaguer: no es más que un pedazo de papel. Y no pasará de ahí.

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