La rebaja de los alimentos

La rebaja de los alimentos

JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Bi2jh2o@tricom.net
Parecería una paradoja afirmar que “todos los dominicanos están contentos con la rebaja de los alimentos” la cual fue anunciada por el partido en el poder.

Si bien es cierto que la mayoría del pueblo dominicano está deseando que los alimentos, en especial, la canasta básica familiar y sus componentes sufran una sustancial disminución de sus precios, los productores, que a su vez también son consumidores, consideran que si no se opera una reducción general de precios, los únicos que salen perjudicados son ellos, ya que los bienes que deben adquirir con el fruto de su trabajo,  al percibir menos ingresos,  les será difícil adquirir los necesarios para su diario vivir, tales como: vestimenta, calzado, combustible para los vehículos agrícolas, insumos y hasta pagar el colegio para sus hijos. Si el Gobierno Dominicano desea mantener un equilibrio equitativo entre los diferentes sectores que componen la sociedad, debe, o propugnar por una rebaja general en todos los bienes de consumo, o subsidiar a los productores agropecuarios, tal y como lo hacen los países industrializados; ejemplo: Estados Unidos de América, Francia, Reino Unido, España, etc. De ese modo, los productores no salen perjudicados cuando deban adquirir los bienes e insumos necesarios para poder llevar un nivel de vida aceptable y que los ingresos que perciban por su arduo trabajo, les permitan comprar los mismos en igualdad de condiciones que los adquieren los consumidores que se pretenden beneficiar.

Cuando a los productores agropecuarios se les rebaja unilateralmente el precio sin que ellos comprueben que a los demás ciudadanos se les otorga un tratamiento similar, la protesta que realiza se nota de inmediato, al perder interés en su actividad y terminan abandonando el campo y trasladándose a las ciudades, constituyendo lo que se denomina “el éxodo campesino”, resultando en la construcción de los denominados “bidonville” o rancheríos, en donde campea por su fuero el hacinamiento y la promiscuidad. La vida para estos desubicados se les torna difícil y les cuesta habituarse a su nuevo rol de “chiriperos” en el mercado informal para poder sobrevivir.

El magro subsidio que como consecuencia de las tormentas Noel y Olga han recibido los productores se les ha vuelto sal y agua, al ocurrir a seguidas una prolongada sequía de casi tres meses en casi todo el territorio nacional. Para colmo de los males, la semana pasada, vientos huracanados impactaron a San Pedro de Macorís, La Vega y parte de la provincia de Santiago, derribando platanales y dañando plantaciones de bananos en la zona del Yaque, al ocurrir una granizada que causó un gran estropicio en musáceas destinadas a la exportación. Si bien se dice que “mal de muchos consuelo de tontos”, no debemos consolarnos al conocer que la crisis alimentaria es a nivel mundial. El alza del petróleo ha conllevado a los países altamente industrializados a la utilización de productos sensibles (maíz, soya, trigo) para la fabricación de biodisel, lo cual agravará aún más la falta de alimentos. Sólo una acción conjunta Gobierno y sector agropecuario, en donde se visualicen planes a mediano y largo plazos con financiamiento blando, pueden sacarnos de esta grave crisis. Pongámonos de acuerdo, o las consecuencias serán funestas.

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