La rebeldía en la sangre de los Tavárez Justo

La rebeldía en la sangre de los Tavárez Justo

POR ÁNGELA PEÑA
Sus hermanos canalizaron la sensibilidad social y humana a través de la política. Emma fue activa militante de izquierda. Manolo luchó contra Trujillo, fundó el Movimiento Revolucionario 14 de Junio y encontró la muerte liderando un frente guerrillero en Manaclas. Ángela contagió sus ímpetus revolucionarios a su esposo Ricardo que cayó en el mismo escenario que el cuñado. Por la sangre de los Justo, también se agita la rebeldía vehemente.

Eduardo Tavárez Justo sentía las mismas inquietudes, perteneció al Partido, llegó a ser perseguido y estar preso. Vivió un riguroso exilio tras el derrocamiento de Bosch, obrero de fábricas, pese a sus avanzados estudios de Finanzas y a sus profundos conocimientos filosóficos adquiridos en el Seminario Santo Tomás de Aquino donde pasó dos años convencido de que su vocación era el sacerdocio.

La empresa revolucionaria que dirigió el hermano le creó un sentimiento de frustración porque el destierro le impidió acompañarlo en la patriótica hazaña, como le conmovieron la caída del compañero de Ángela, Jaime Ricardo Socías, la de otros soldados por la libertad, en el mismo frente, las muertes posteriores de sus hermanas Emma y Edda.

En la familia Tavárez Justo todos conspiraron y se arriesgaron a enfrentar la tiranía. Después, la lucha contra las injusticias marcó la vida de sus miembros, unidos a las hermanas Mirabal por el matrimonio de Minerva con el primogénito de Manuel y Fefita, los padres de esta estirpe de combatientes.

Eduardo, sin embargo, no es tan conocido como Ángela, Emma, Manolo. Tal vez si el dirigente máximo del 1J4 no hubiese sido apresado cuando le prometió volver a recogerlo en diciembre de 1959, juntos vivirían las mismas experiencias en la vida pública y quizá hubiesen corrido la misma suerte desventurada. Tras una semana preso en Montecristi, sus padres le impidieron viajar a Santo Domingo y el alzamiento le tomó de sorpresa en Nueva York.

Tantos golpes, tan dolorosas partidas, la impotencia que le impusieron circunstancias ajenas a sus intenciones no podían quedarse agolpadas en su espíritu tierno. El dolor, el amor, los recuerdos, las vivencias felices, las situaciones trágicas, los ha desahogado en un libro de poemas, «Voces del alma».

La noche que lo puso a circular, durante la Feria del Libro, el salón estaba repleto, tanto por conocer al hermano del héroe, que probablemente salía a la luz pública por primera vez, como para apreciar su obra.

Bien parecido, de elevada estatura, de tez blanca, espiritual, filósofo, dulce, ocurrente, su discurso está basado en el amor, la dignidad, el respeto hacia el prójimo. Dios, los Evangelios, están presentes en cada razonamiento, en todos sus relatos. «La voz del Señor llega a veces en términos humanos. ¿Quién soy yo? ¿Quién eres tú? El Creador nos dejó un mandato: Amaos los unos a los otros», comenta en conversación breve, antes de iniciar el acto.

Nació el 27 de agosto de 1935. Hizo bachillerato en La Salle, jugó voleibol con el equipo de los Misioneros del Sagrado Corazón, cursó varios grados en escuelas de Santiago Rodríguez e ingresó a la Universidad de Santo Domingo a estudiar Finanzas, cuando ya había descubierto que ser cura no era, en realidad, su inclinación.

La semilla de la sangre revolucionaria en los Tavárez Justo es muy vieja, cuenta, «viene desde Ozema Petit, luego sigue en el calor del hogar, mi padre seguía esa línea, no podíamos salir pelones. No puedo decir que fui un luchador, estuve un poco al margen, pero inscrito en el Partido, aunque no militante», comenta.

Voces del alma

Es un poco la historia familiar, en versos, a pesar de que Eduardo Tavárez Justo canta también al Morro, Montecristi, sus calles, a sus angustias, desamores, amores y pasiones. Pero también a Manolo y sus compañeros de lucha, a Emma en su ida: «¡Oh hermana inmóvil, generosa y triste / recurro a este cuarteto doloroso! ¡Vida es morir, en un luchar fragoso, sin treguas, equilibrios… y te fuiste… «. A Edda, «delicada, sutil, y de alma noble». A Manolo: «Potrillo sensible, de afinado olfato / cargando en tus lomos la pradera augusta / sentiste la eterna, compulsiva y justa / pregunta, si el mundo y el dominio innato/ a todos nos traten, con la misma fusta». Se inspira en el ejemplo de sus padres, en la valentía de otros soldados revolucionarios, en su existencia casi aislada, mística.

«Creo que, desde el punto de vista espiritual, cada persona nace con una vocación, un don, una luz, una misión, pero en mí es hereditario, heredé algo de papá, él tenía el don de la palabra, muy fino. Hubo una poesía que cuando la leía era como cuando alguien está sediento y no conoce el agua, ve el líquido y aquel frescor, me interesa averiguar qué es eso. Siempre fui bastante sensible, parece que se me abrió el camino en la escuela, mis exámenes escritos eran mejores que los orales», recuerda.

Agrega, además, que «como alumno del mundo, las cosas del mundo te afectan».

Un día, en Estados Unidos, tomó lápiz y papel y le salió «algo», refiere. Desde entonces decidió: «Cuando la musa te toque a la puerta dile: tú no eres inoportuna, puedes entrar».

En 1987 le dijo a la poesía: «¿Por qué no nos casamos? No te quiero como amante, porque nunca me voy a casar. He estado con ella desde entonces», expresa. 

Soltero, reside en Montecristi en la antigua vivienda del año 1939 porque Edda, que parece fue su hermana predilecta por la cantidad de versos que le dedica, «era loca con esa casa» y le decía: «Manito ¿y ahora? ¿Quién se me ocupa de la casa? No te apures», le prometió. «Y allí estoy viviendo, estúpido, viejo y feo», expresa jocoso.

Los versos son sus compañeros, Jesús, su mejor amigo, sin fanatismos, «e inspirado en Él he escrito», afirma.

Le confiere a «Voces del alma» el valor de un matrimonio. «Mis hijos son estos poemas. Son como un rinconcito familiar. El verso es la vida y no puedes excluirlos, es todo, porque todo te afecta», confiesa.

Si los poemas son su prole, Eduardo Tavárez Justo es uno de los padres más fértiles.  En «Voces del alma» hay 161 poemas, algunos personales, íntimos. Otros con un poco de la historia de los Tavárez, de acontecimientos patrios. «Al fin y al cabo, todo tiene algo de documentación», exclama. Como también cada uno posee un poco de simpatías políticas.

«Todos somos políticos, lo que pasa es que hay doctores y hay especialistas. Yo soy aprendiz de nada».

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