La recepción en Rusia de
la novela “Padres e hijos”

La recepción en Rusia de<BR>la novela “Padres e hijos”

POR LUIS O. BREA FRANCO
“Lo nuevo de los nuevos tiempos”, en los años sesenta del siglo XIX en Rusia, era ante todo, la aparición de los “hombres nuevos”. A Turguéniev estos le intrigaban y atraían, mas al mismo tiempo de ellos rechazaba la figura descompuesta con que se presentaban, las maneras groseras de su comportamiento y las ideas radicales con que intentaban subvertir las estructuras sociales con la violencia; repudiaba su uso de un lenguaje cínico, displicente, provocador, difamatorio, para expresar sus divergencias ideológicas y perspectivas de futuro frente a quienes no pensaban como ellos.

Como he señalado en otro ensayo, ya en su novela anterior “En vísperas”, Turguéniev había intentado retratar a la nueva generación en la figura del revolucionario búlgaro Insarov. Sin embargo, el escritor no quedó plenamente satisfecho con esa descripción de la figura del nihilista, y vuelve a intentarlo en la novela a que nos referimos, de 1862, con la creación de la figura del estudiante de medicina, Vasili Bazárov.

Con este personaje el autor logra crear la primera figura creíble del intelectual “raznochinets”; proyectaba la imagen de un hombre del pueblo educado con su propio esfuerzo, que había trascendido la cerrada estructura jerárquica que caracterizaba a la sociedad y al Estado en Rusia, y a pesar de no poseer rango alguno, ni nombre ilustre, ni pertenecer a un estamento privilegiado, pudo colarse en las instituciones culturales: en las academias y universidades, en las redacciones de las revistas, en las escuelas y seminarios.

Bien situado en esos nichos, “los hombres nuevos” comienzan a convencer y a movilizar a las clases medias en proceso de formación, asegurándolas de que la única solución para los problemas de Rusia estaba en un cambio radical del rumbo político e institucional seguido hasta ese momento. Por consiguiente, la aparición de la polémica novela de Turguéniev, en ese preciso momento, con su carga de controvertible actualidad provocó en la sociedad un escándalo de dimensiones históricas.

Isaiah Berlin en su hermoso libro “Pensadores rusos”, escrito en la segunda mitad del siglo XX, subrayaba que la obra “causó entre los lectores rusos la mayor tormenta que novela alguna haya causado antes o después”; y agrega más adelante: “Algo que revela la vitalidad de su creación [de Turguéniev] es el hecho de que el debate no cesara ni aún en el siglo siguiente, ni antes ni después de la Revolución rusa. En realidad, hace unos diez años –dice Berlin- continuaba la batalla entre los críticos soviéticos. (…) ¿Es Bazárov un precursor del militante soviético, políticamente comprometido o es una caricatura maliciosa de los padres del comunismo ruso?”

Para que se pueda aquilatar la incidencia que tuvo en su tiempo la novela de Turguéniev bastaría, creo, con citar un artículo publicado en 1865, bajo la firma del crítico Nikolai Strakhov, en la revista “Época”, que dirigía Fedor Dostoievski, donde se recalcaba que el tema literario del momento era el de definir el retrato del “hombre nuevo”: “La literatura rusa está dominada por la idea del hombre nuevo. El primero en tocar el tema fue el sensible Turguéniev que con la imagen de su Bazárov ha intentado recrear su figura. Después de él, Písemsky ha escrito “Mar agitado”, donde por necesidad hacen su aparición los hombres nuevos. En la revista “El mensajero ruso” ha aparecido la novela “Espejismo”; mientras que “El contemporáneo” ha publicado la novela “¿Qué hacer?”; también en “Los anales de la patria” se ha publicado otra novela del mismo tipo: “En el propio país”; y en ésta revista ha visto la luz la novela “Un asunto complicado”, mientras que en la “Biblioteca de lectura” acaba de aparecer la obra “Sin salida”. El tema de todas estas novelas es presentar facetas del «hombre nuevo», y según parece la cosa continuará”.

El realismo de Turguéniev se basaba en una pretendida objetividad del escritor, quien no debía tomar posición respecto a las opiniones o ideas que enunciaran y asumieran los personajes en sus novelas. El escritor se limitaba a presentar las situaciones y conflictos donde se involucraban sus protagonistas, sin que esto significara que el autor compartiera sus posiciones intelectuales, ideales y luchas, o que debiera juzgar respecto a las consecuencias éticas o políticas que se derivaran de sus actuaciones.

Esta actitud, en apariencia neutral, provocó que la gran mayoría de los lectores de la novela se cuestionara sobre lo que había querido decir, en verdad, el escritor y sobre qué significado pudiera atribuirse a Bazárov.

¿La novela representaba “la apoteosis del nihilista”, como se expresaría por aquellos días el crítico y editor de derecha Kátkov, o representaba más bien una caricatura de los luchadores radicales y, por consiguiente, se revelaba como una denuncia y condena de un tipo humano deficiente, carente de sensibilidad y solidaridad, mas pleno de odio y de rencores?

La opinión pública se dividió en diversos grupos con posiciones encontradas entre sí. Los principales agentes sociales presentes en los debates políticos-literarios de la época chocaron y se polarizaron respecto al sentido que atribuían a la personalidad del nihilista y en cuanto a la valoración del aporte que hacía la obra. Berlin las ha resumido brillantemente en cinco actitudes que marcaron, posteriormente, la interpretación histórica de la novela.

La primera de estas actitudes, se basa en el talante frenético y airado que asume la extrema derecha, que veía en la figura del protagonista una exaltación desmesurada del nihilismo, y encontraban como respuesta al comportamiento “irresponsable y complaciente” de Turguéniev su debilidad de carácter y el yugo de su vanidad; en todo esto descubrían, en efecto: “el indigno afán del escritor de halagar a los jóvenes radicales y ganarse su benevolencia”.

Por su parte, la policía política, y con ella la Rusia oficial, asumió que el escritor: “Con esta obra… marcó a nuestros revolucionarios adolescentes con el cáustico nombre de «nihilistas» y fustigó la doctrina del materialismo junto con sus representantes”. Quienes así pensaban agradecían y felicitaban a Turguéniev por haber podido desenmascarar la barbarie que representaban los hombres nuevos, y por haber mostrado como actuaban, desde sus primeros estadios, para acreditar el celo destructivo que les caracterizaba.

Otros le atacaron y denigraron por haber dado un cariz perverso y fanático a los jóvenes radicales. Consideraban que de esta manera el escritor ofrecía armas a las fuerzas más reaccionarias y a la policía. Algunas personalidades liberales que hicieron esta lectura llegaron al extremo de repudiar al escritor de sus filas y a tacharlo de pérfido y renegado.

Por otro lado, algunos críticos de izquierda compartieron y agradecieron la descripción del nihilista Bazárov, apreciaron la probidad, la sensibilidad y la comprensión con que el autor describía al personaje y llegaron a considerar al escritor como un miembro destacado del “partido del futuro”.

Finalmente, otros, quizás los más lúcidos, convinieron en resaltar la ambigüedad del personaje y subrayaron que consideraban que el mismo autor desconocía las posibles derivaciones prácticas o políticas que se pudieran desprenderse de una interpretación histórica de un personaje que no era real, sino fruto de la imaginación y la invención. Entre estos se encontraba el propio Turguéniev.

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