La recuperación de un patrimonio
que se deterioró a toda carrera

La recuperación de un patrimonio <BR>que se deterioró a toda carrera

POR ANGELA PEÑA
Aunque el Club Deportivo y Recreativo de la Superintendencia de Bancos es un patrimonio del Estado construido para esparcimiento de servidores públicos, el doctor Euclides Gutiérrez Félix sentía el dolor de su destrucción y su abandono como si se hubiese tratado del maltrato a un proyecto personal, a un hijo.

Cada día sufría al recorrer el entorno a caballo, práctica habitual desde su niñez pues en los alrededores se encontraba la casa campestre de su padre, y veía con tristeza crecer la hierba descuidada, los frutales secándose y las inmensas variedades de flores perdiendo sus colores por falta de atenciones.

Le obsesionaba retornar el esplendor a las obras que satisficieron sus anhelos de no permitir que el lugar se arrabalizara y que la pobreza y la ignorancia siguieran desarrollándose en la zona donde pudo lograr que el diez de agosto del 2000 el entonces Presidente Leonel Fernández inaugurara, además de ese centro cultural y de recreo, una escuela, dispensario médico, destacamento policial, centro comunal, tramos carreteros de acceso, instalación del tendido eléctrico…

El Club, sin embargo, se reinaugura hoy domingo pues fue devastado, según explicó el funcionario. «Tan pronto entregamos el Gobierno, el Presidente Mejía derogó el decreto que creaba una Fundación para dirigirlo, presidida por el Superintendente de Seguros, y se lo pasó a la ADP, el sindicato de maestros que todo el mundo sabe que es un desorden descomunal donde se han cometido robos y fraudes extraordinarios, y destruyeron esto», explica mientras recorre entusiasmado las instalaciones, dando instrucciones para los preparativos de la ceremonia que, como hace cuatro años, se repite hoy.

Casi todos lo llaman el «Club Bienvenido», porque es así como los lugareños identifican esos terrenos que fueron propiedad de los hermanos Jesús y Bienvenido Castillo, antiguos terratenientes propietarios de esas tierras enclavadas en el Valle de Palavé, a los que el Gobierno expropió las propiedades que luego adquirió el Consejo Estatal del Azúcar.

El jueves, brigadas de obreros se afanaban instalando equipos nuevos, retocando pinturas, limpiando, colocando refrigeradores, recortando el césped ya verde o inspeccionando frutales, luces, gradas, terrazas, salones, estacionamientos, al tiempo que respondían inquietudes del ministro en su trayecto explicando inversiones, detallando reparaciones, lamentando estragos ya recompuestos.

«Mira: se llevaron las máquinas de la piscina, las luces del campo de softbol, que es el mejor del país, los sanitarios, los orinales, todos los aparatos de cocina, los hornos, los refrigeradores», afirma. Él, sus asistentes, tienen en sus manos el gesto reiterado que indica el tope a que llegó la grama sin podar: «Estaba de este alto», manifiestan. Aseguran que algunos baños fueron convertidos en perreras, que el agua de la piscina estaba teñida de verde por las lamas, que era refugio de sapos e insectos. «El parque infantil, la cafetería, el salón de juego, la cancha de básquetbol, todo, lo destruyeron», exclama Euclides Gutiérrez Félix para quien «el PPH es el SIDA del PRD: todo lo infecta, todo lo destruye». Declaró que el dispensario médico, de seis camas, nunca fue utilizado, como tampoco el restaurante y el piano bar.

Añadió que «los directivos de la ADP y los funcionarios de la secretaría de Educación del pasado gobierno, bajo cuya responsabilidad estuvo este Club, se llevaron todos esos equipos, todo hubo que comprarlo nuevo, hasta las luces del campo de softbol».

Reveló el actual Superintendente de Seguros que «cuando nosotros tomamos el gobierno, el presidente Leonel Fernández derogó inmediatamente el decreto anterior y dictó uno por el cual ordenaba que le restituyeran a la Superintendencia la Administración de este Club, que fue construido en ochenta tareas del CEA». En estos trabajos, dijo, se invirtieron cerca de veinte millones de pesos. Empleados públicos y de compañías reaseguradoras tienen en el club un espacio para celebraciones de bodas, cumpleaños, seminarios, conferencias, asambleas nacionales e internacionales, almuerzos familiares, reuniones sociales.

«Quisimos darle a un sector de la burocracia estatal un lugar de esparcimiento para que no tenga que alquilar hoteles. Yo tenía el apoyo del sector asegurador y tenía los recursos», comunicó el secretario de Estado.

«BIENVENIDO»

Es respiro para cuerpo y mente, remanso de tranquilidad para el espíritu, deleite para la vista al detenerse en las azules y mansas aguas de la piscina, respirar los olores de nísperos, cerezas, mangos, guayaba o inundar de colores los sentidos con los matices policromados de los corales, rosas, claveles, gri-gri, margaritas, laureles, trinitarias, lilas, girasoles, anturios…

Allí se respira la rica fragancia de lo limpio y lo nuevo en baños, vestidores, paseos y pasillos. Más que un club parece una ciudad plácida y bella con juegos y espacios para niños y adultos, techados o sin más cobija que el cielo. El restaurante, la cafetería, el enorme salón de fiestas, las canchas y campos deportivos, los quioscos infantiles, la enorme piscina tienen en sus alrededores terrazas de descanso, área verde, baños para hombres y mujeres, vestidores y espigadas palmeras de ornamentos y sombras.

«Dije en el acto de inauguración del 2000 que la construcción de este club figuraba en documentos avalados que estaban a disposición de las autoridades, los medios de comunicación, los partidos políticos y de las autoridades del Gobierno que cinco días después nos relevaron y nunca pidieron un papel ni me pidieron absolutamente nada, pero yo sí rindo cuentas como funcionario del Estado», significó el doctor Gutiérrez quien también puso a disposición del sector privado las instalaciones.

El pueblo dominicano, añadió, «tiene que tomar muy en cuenta la actitud de ellos en el manejo del Estado, cómo destruyeron la infraestructura física, cómo se cogieron las tierras del CEA, las propiedades públicas, que son el patrimonio físico de la nación. Un país que no tiene bienes, no tiene solvencia», concluyó el Superintendente.

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