La  redención de los  “ignorantes”

La  redención de los  “ignorantes”

Disfrutar el fin de año  entre familiares y amigos no impidió sentir las injusticias y las desigualdades que cobran más fuerzas en fechas como éstas,  dejando  tiempo para meditar sobre lo que acontece  en nuestro querido terruño, sobre todo, lo que debemos hacer para que  nos coloquemos sobre los rieles de un verdadero sistema social y humano capaz de brindarle a todos los dominicanos las oportunidades para que puedan  desarrollarse plenamente, sin depender de dádivas y otras acciones politiqueras, que solo contribuyen al empequeñecimiento humano.

Conscientes de los contrastes existentes en la sociedad, algunos piensan que una de las acciones fundamentales está en la necesidad de hacer una verdadera revolución educativa. Educadores, ideólogos, políticos, predicadores e incluso algunos medios de comunicación social, hablan de la necesidad de mostrarle a la gente los caminos hacia horizontes de esperanzas.

La realidad es que a pesar de las promesas del gobierno, la colaboración de organismos internacionales e incluso de algunos agentes educativos tanto públicos como privados, los esfuerzos para ilustrar las mentes y contribuir con el conocimiento general de todos los sectores y grupos sociales, no han sido efectivos; porque si bien se ha podido talvez disminuir el número real de  analfabetismo, no han sido satisfactorios ni en lo relativo a la extensión ni en lo referente a la calidad misma.

La labor de iluminación de las mentes, para así llamarlo, como  meta para un desarrollo integral, se ve con frecuencia frustrada por condicionamientos propios surgidos de la misma ignorancia, como es el caso de la acción politiquera, fundamentada en muchas ocasiones en promesas que casi nunca se cumplen y en acciones que denigran la dignidad humana. Esto va creando en la ciudadanía la tendencia a no creer ni a exigir, y al final se hacen afluentes de la ignorancia.

Esa ignorancia, agregada al prurito de la imitación, hace que algunos  grupos con poder actúen como deslizándose todos en un mismo yaguacil, diciendo y repitiendo lo mismo, no importa si entienden que no pueden cumplir o ejecutar lo que prometen, pues como para ellos el pueblo es ignorante, no lo tomará en cuenta; sin embargo, esas acciones pueden convertirse en  procesos de toma de conciencia popular, agudizando las contradicciones sociales y económicas que conduzcan a  planteamientos  pragmáticos capaces de crear movimientos que impulsen o creen  alguna esperanza de redención, sea por la crisis misma o por  desconfianza en quienes los dirigen.

Movimientos de esa naturaleza pueden poner en peligro el sistema de partidos y hasta el orden institucional. Las inconformidades entre los que tienen menos capacidad de análisis, tienden a ser simples y convertirse en indignación repentina. 

Para mantener el sistema, aún con sus imperfecciones, además de revolver los problemas básicos, hay que reorientar la acción educativa,  diseñando modelos  de afianzamiento de nuestros valores. No con fines politiqueros y demagógicos como ahora, sino frente a la realidad que vivimos, porque la esperanza de los indignados  se puede convertir en  la redención de los “ignorantes”. 

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