La reelección presidencial, el amor
a escondidas de la clase política

La reelección presidencial, el amor<br/>a escondidas de la clase política

POR LEONORA RAMÍREZ S.
La reelección presidencial siempre se ha presentado como uno de los males históricos del país, pues por su culpa se mantuvieron en el poder mandatarios que usaron a su antojo el erario público, o que dispusieron de la fuerza para prolongar sus egolatrías políticas.

Ese discurso ha sido repetido por más de un político en las últimas cuatro décadas, sobre todo cuando se trata de satanizar los 22 años de gobierno del expresidente Joaquín Balaguer, de 1966 a 1978 y de 1986 a 1996.

Pero la realidad demuestra que algunos han mantenido  una especie de amor a escondidas con la reelección porque la consideran mala para los otros pero buena para sí mismos, y que por más firmes que hayan sido sus posiciones éstas pueden ser debilitadas por  las ambiciones de sus seguidores.

De  manera que la reelección, madre de muchas desgracias nacionales, ha estado vigente hasta en los períodos presidenciales en los que mencionarla era prácticamente una herejía.

A partir de 1978, cuando ganó las elecciones el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), la idea del continuismo no perdió vigencia entre quienes, se suponía, habrían de cerrarle el paso a cualquier vestigio del régimen anterior.

Precisamente el 18 de  mayo de 1981 el exmandatario Salvador Jorge Blanco manifestó que, una eventual reelección del entonces presidente Antonio  Guzmán Fernández, expondría al PRD a una grave confrontación porque conllevaría una violación de sus principios, según una nota publicada en el Listín Diario.

En esa ocasión destacó que su posición  no era  un enfrentamiento personal contra Guzmán Fernández, sino un rechazo a las intenciones de ciertos sectores del PRD porque entendía que el expresidente no se prestaría a violentar los principios de ese partido.

Guzmán Fernández no intentó reelegirse, pero no completó su mandato porque se suicidó el 4 de julio de 1982.

Durante su juramentación como Presidente de la República, el 16 de agosto de 1982,  Jorge Blanco criticó la reelección argumentando que «quizás no sea la exclusiva causa de nuestros males sociales, pero lo que sí resulta irrebatible es que ella ha dado pábulo a la arbitrariedad, al abuso y a la impunidad de los actos de corrupción que se han cometido contra la nación y sus ciudadanos».

De hecho, sometió al Congreso Nacional un proyecto de reforma constitucional, en el cual se consignaba la no reelección. Sin embargo, durante su mandato sus seguidores promovieron su repostulación en los actos de inauguración de obras públicas, lo cual desató el rechazó de los fenecidos dirigentes perredeistas Jacobo Majluta y José Francisco Peña Gómez.

Fiel a sus principios hasta ese momento, Jorge Blanco  no buscó  otro mandato  presidencial, pero el PRD no se mantuvo en el poder más allá de 1986 porque Majluta no le pudo ganar las elecciones a Balaguer, quien gobernó durante 10 años pese a que prometió, antes de la toma de posesión, que propiciaría una reforma constitucional en la que se prohibiera la reelección.

Palabras vanas, porque su salida del poder fue el resultado del Pacto por la Democracia, mediante el cual le redujeron dos años a su último mandato como forma de subsanar la crisis política que provocó el fraude electoral en contra de Peña Gómez, su rival en los comicios presidenciales de 1994.

Coqueteando por lo bajo

La reelección presidencial se eliminó en 1994 como parte de las referidas negociaciones, quedando casi por descartado que ese tema cobraría  vigencia.

Pero durante tres de los cuatro primeros años de gobierno del Presidente Leonel Fernández (1996-2000), más de un funcionario favoreció la repostulación de éste, para lo cual sería necesaria una modificación Constitucional.

Fernández argumentó en varias ocasiones que ese tema no estaba en agenda, pero nunca planteó que el continuismo fuese dañino o que él lo descartara.

El 10 de enero de 1997 manifestó que en el país «está pendiente un verdadero debate sobre la reforma constitucional, en el cual se discutan todas las propuestas, incluyendo si la reelección conviene o no al pueblo dominicano».

Sin embargo, el 30 de julio de 1998 descartó que el Congreso Nacional se aboque a reformar la Carta  Magna para viabilizar la reelección, y que tampoco concurriría a los comicios del 2000.

Danilo Medina fue el candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) en el referido año, quien resultó derrotado por Hipólito Mejía, del PRD.

No a la reelección, pero le gustaba el carguito

A partir del 2002, el  Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), encabezado por Eligio Jáquez, comenzó a coquetearle a la repostulación presidencial, anunciando la posibilidad de una reforma Constitucional para  lograr ese objetivo.

Paralelamente Mejía  reivindicaba sus principios antireeleccionistas,  y por eso el 18 de marzo del 2002 planteó que «la reelección  es como un cáncer dañino que ha hecho metástasis en la historia nacional».

El 2 de mayo del mismo año calificó de dinosaurios a los funcionarios reeleccionistas, y que sus concepciones eran unas travesuras con las cuales no estaba de acuerdo. Pero la rigidez de sus planteamientos comenzó a debilitarse cuando 22 días después manifestó en Tenerife, España, que una reelección suya dependía de las circunstancias.

En más de 40 ocasiones Mejía se pronunció en contra de la reelección, una veces tajantemente y otras con ambivalencias, pero el 26 de abril del  2003 aceptó su postulación como precandidato presidencial.

Su decisión provocó  una crisis profunda en el PRD, la cual produjo además la salida del mismo de Hatuey Decamps, quien se opuso radicalmente a las  intenciones continuistas de Mejía.

El exmandatario  no logró sus objetivos, y la reforma constitucional que propició su partido en el 2002 para que él pudiese reelegirse le abrió el camino a Fernández, quien en el 2001 favoreció  el establecimiento en el país de la repostulación continua, para que un gobernante que esté cumpliendo con sus deberes pueda optar por otro período.

«Cuando se está en el gobierno uno siente que el tiempo es muy breve, y cuando está en la oposición cree que es  una eternidad», expresó en el programa Milenio, de la Televisión Española.

Pero el 25 de septiembre del 2003 anunció  la creación de un Frente Amplio Opositor contra la Reelección, en evidente rechazo al continuismo de Mejía.

El rugido del león

Después de la toma de posesión de los congresistas y síndicos del PLD, que ganaron posiciones en  los comicios del 2006, comenzó «como  por arte de magia» el debate sobre la reelección de Fernández, las consignas a favor de ese propósito en  los actos oficiales, y el surgimiento del movimiento Vanguardia Electoral por el Bienestar Nacional (VABIEN), el cual promueve la repostulación del mandatario.

Todos esos hechos empujaron a Danilo Medina a renunciar de la Secretaría de Estado de la Presidencia, para trabajar en su proyecto político: la presidencia de la República.

Hasta el momento Fernández no ha definido su posición, pero adelantándose a los acontecimientos un grupo de dirigentes peledeístas e influyentes funcionarios del gobierno hicieron una consulta a finales de noviembre del 2006, para determinar si las bases del PLD están de acuerdo con la repostulación del mandatario,  pero todavía no se han dado a conocer los resultados de ese escutrinio.

Para los que se frotan  las  manos con  la posible reelección de  Fernández, éste les dio una significativa pista el 23 de diciembre del pasado año: «cuando llegue el momento oportuno, una vez más se escuchará el rugido del león».

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