La reelección ambivalente

La reelección ambivalente

LUCIANO CASTILLO
La reelección presidencial en nuestro país no solamente depende de la óptica de cada persona, sino también de la posición que se ocupe en el espectro del poder político.

Los reeleccionistas de ayer son los antireelecionistas de hoy, y los reeleccionistas de hoy eran los antireeleccionistas de ayer.

Parece un círculo vicioso surgido de la teoría del eterno retorno hacia los orígenes de la imbecilidad humana.

Algunos veían, en el pasado inmediato, la reelección como una necedad y ahora la ven como una necesidad; otros la calificaban como una perversidad y ahora la describen como una permisividad.

En ese rejuego de la ambivalencia reelectoral, los líderes políticos históricos dominicanos se convirtieron, en un abrir y cerrar de ojos, de líderes y voceros antireeleccionistas en reeleccionistas circunstanciales y consumados.

Intelectuales contrarios a la reelección presidencial atacaron despiadadamente a intelectuales proclives a la reelección; los primeros favorecen hoy este flagelo para la sociedad dominicana y los segundos atacan a aquellos por reeleccionistas.

La reelección es buena o mala dependiendo, utilizando un término muy caro a José Ortega y Gasset, de la circunstancia.

Por otro lado, para nosotros, la reelección presidencial es perversa y pervertidora.

En un país presidencialista como el nuestro, la reelección corrompe a grandes bolsones de los electores con poca conciencia política y convierte a la actividad política en un mercado de toma y daca.

Lo más difícil de discernir y clarificar es la dicotomía reeleccinista Presidente-candidato, es decir, cuándo actúa el uno y cuándo el otro; por extensión, se podría aplicar la afirmación anterior a los funcionarios gubernamentales reeleccionistas, no sabemos cuándo están ejerciendo sus funciones administrativas pagadas por los contribuyentes o cuándo son propagandistas del candidato-Presidente.

Es problemático determinar cuándo el candidato-Presidente y sus funcionarios están utilizando los recursos del Estado en sus actividades políticas proselitistas y hasta los mismos medios de comunicación social se le hace cuesta arriba deslindar en sus reseñas periodísticas entre el candidato y el Presidente.

Es preocupante, en una situación de catástrofe nacional y una campaña electoral montada, que los recursos económicos nacionales e internacionales recibidos en ayuda, y los aportados por el Estado, sean desviados o usados indebidamente en provecho del candidato-Presidente.

Las consideraciones anteriores ejemplifican de una manera parcial los males que acarrea la reelección presidencial, en un país en que históricamente, ésta ha causado más mal que bien.

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