La reelección, como la avaricia, rompe el saco

La reelección, como la avaricia, rompe el saco

El afán por lograr más cosas o bienes en algunos casos se   convierte en avaricia, que está señalado por la iglesia  como un pecado capital, pero el afán de algunos presidentes de mantenerse en el poder más allá de los períodos para los cuales fueron electos mediante reformas constitucionales o interpretaciones legales, se puede señalar igualmente como  algo semejante.

Porque si bien la avaricia es concebida como una inclinación o deseo desordenado de placeres o de posesiones, el afán de mantenerse en el poder bajo el criterio de que los líderes son insustituibles o por cualquier otra forma de pensamiento político acomodado, también se puede traducir como una manifestación de avaricia por el poder, con todo lo que ello implica en  nuestro país.

La modificación que se realizó en la Constitución recientemente, mediante la cual un presidente luego de cumplido un mandato de cuatro años y transcurrido un período de por medio, tiene la posibilidad de retornar  nuevamente,   es más que suficiente para que el afán de poder encuentre alguna satisfacción.

No importa si algunos sectores interesados no les otorgan a los candidatos  de oposición o del propio partido oficial  las cualidades que les atribuyan  a quien ostenta la presidencia, que siempre resultan magnificadas, porque el poder en sí crea orlas que  obnubilan a algunos y deslumbran a otros, lo importante es que una democracia endeble aún como la nuestra, necesita que cada cierto tiempo se le inyecte sangre nueva, estilos nuevos, y sobre todo que se puedan romper las estructuras que en torno al poder se crean, formando anillos que le impiden a la sangre llegar a todo el cuerpo de la sociedad.

El presidente Fernández, a pesar las críticas que se le hacen por descuidar áreas importantes y haberle dado las espaldas a muchos postulados que formaron parte de los argumentos que utilizó para encantar a la población, hay que reconocer que en algunas ocasiones ha dado muestras de tener cuidado en cuanto al juicio final que la historia pueda reservarle, por lo que hay que suponer   que no va a tomar  riesgos temerarios.

Pero la reelección no solo es el deseo de una persona. Soy de los que entiende que más que de ellos, las presiones provienen con más fuerza de los grupos y sectores que se benefician del poder, sean estos políticos o económicos, pues sus afanes por el dinero y poder se conjugan hasta convertirse en una enfermedad peligrosamente  contagiosa. En tal sentido, no se debe descartar que siendo consecuentes con el   afán de mantenerse en el poder,  los estrategas oficialistas, los grupos mayormente beneficiados y sobre todo los funcionarios que de algún modo le temen a la posibilidad de abandonar el gobierno, puedan empujar  a Fernández al rompimiento de la prudencia, buscando cualquier brecha para introducir la reelección, olvidando  que solo la  sensatez podría impedir que la avaricia rompa el saco.

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