La reelección y el billetero Nicolás

La reelección y el billetero Nicolás

La experiencia de entregar el poder puede compararse con la despedida de un ser querido en una funeraria. La diferencia básica es que en los funerales predominan las nostalgias del espíritu y en los gobiernos las aprehensiones por un probable cambio desfavorable de situación social o económica.

La ciudadanía debe recordar el triste cuadro de un presidente Fernández entregando el poder en el año 2000 y las dolorosas ceremonias de despedida de colaboradores que lo tenían como sostén para sus prebendas. Lo mismo ocurrió con Hipólito Mejía y, aunque con menos frecuencia y atenuado impacto, con el inefable Joaquín Balaguer.

Lo innegable es que para los discípulos de Nicolás Maquiavelo, mentor favorito de la mayoría de los políticos dominicanos, anunciar prematuramente la entrega del poder sería un grave error, lo cual explica por qué, en la actualidad, el presidente Fernández deja en el terreno de las especulaciones su “decisión” sobre optar o no por la reelección. No desafía a la Constitución, pero no desautoriza a los reeleccionistas. Ni se va, ni se queda.

Tal como recomendaría Nicolás Maquiavelo, aparentando que se queda, mantiene su círculo de aduladores. Dando la impresión de que se va, los ambiciosos y enemigos encubiertos se destapan y puede mantenerlos controlados mientras disfruta hasta los últimos días de su mandato. Por eso es que resulta muy difícil que el presidente haga pública su determinación de ser o no ser reelecto en estos momentos, pues desea continuar placenteramente sintiéndose  indispensable. Al final, probablemente, al ver “un billetero que insiste y un número que atrae”  juegue otra vez la lotería de la reelección, tal como hizo Joaquín Balaguer.       

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