La refinería, otra vez

La refinería, otra vez

JOSÉ MANUEL GUZMÁN IBARRA
En la edición dominical de este periódico, la periodista Carmen Carvajal hizo cuatro preguntas a seis economistas de reconocida trayectoria. Una de ellas, la cuarta, reza «¿ve acertada la decisión del gobierno de adquirir los intereses de la Shell en la Refidomsa?

Las respuestas se situaron en algún caso en posiciones más ideológicas que concretas, «el Estado es un administrador ineficiente…» o «se convertirá en otra agencia de empleos…» Afirmaciones sin sentido porque la adquisición de las acciones de Refidomsa no es una iniciativa del gobierno, ni es necesariamente un objetivo per se.

La decisión del Estado no responde a una posición estatizante, ya que fue la propia Shell la que a nivel mundial ha decidido reorganizar su posición de negocios y puso a la venta su participación en la refinería. La coyuntura sucedió de manera fortuita. Aunque está claro que hay un sustrato filosófico en la decisión, el presidente Fernández ha defendido en más de una ocasión que cree en una económica social de mercado, lo cual lo aleja de la discusión entre estatizadores y privatizadores, proponiendo la intervención inteligente en casos puntuales para ir asentando las bases de una real economía de mercado.

La pregunta, desde ese enfoque filosófico es ¿cómo podemos aprovechar más efectivamente esta oportunidad que propicia la Shell? En vez de preguntas como ¿es correcto adquirir las acciones? y mucho menos ¿es correcta la estatización? La diferencia es que para aquella pregunta nos obliga a enfocarnos en el proceso estratégico, en vez de la discusión sempiterna y hasta cierto punto estéril, entre privatizadores y estatizadores.

Aprovechar la oportunidad de hacerse el Estado de las acciones de la Shell es un imperativo. En materia de energía y combustibles el Estado tiene que jugar un rol más agresivo que el que ha jugado en las últimas décadas. Los tiempos de precios bajos y de relativa estabilidad en el petróleo y sus derivados simplemente terminaron, y el efecto en nuestro desarrollo económico no puede ser subestimado. Eso nos obliga a diseñar una política integral para enfrentar el manejo de los combustibles, tomando en cuenta la diversificación de su uso, su transporte, su financiamiento, su procesamiento y su almacenamiento.

Uno de los analistas entrevistados por Carmen Carvajal, Henri Ebard, hizo notar un punto muy importante al decir “que más adquirir las acciones de Refidomsa, la buena noticia es salir de un mal socio” (sección Economía y Negocios, página 7). En vista de que la Shell de alguna manera ha jugado su rol hasta ahora, creo que podemos replantear en positivo la afirmación: ésta es una oportunidad de definir el perfil del socio que es conveniente tener para un país sin petróleo y con carencias ancestrales en sus planes energéticos en una nueva etapa en materia del comercio internacional de los combustibles.

Así planteada las cosas, lo importante para el Estado es buscar un socio que esté dispuesto a atender la necesidad de ampliar la capacidad instalada de Refidomsa, que aporte a la empresa economías de escala, tecnología y conocimiento del negocio. A la par, ese socio ideal debería tener la flexibilidad suficiente para entender que su socio, el Estado, tiene objetivos importantes que atender como lo son garantizar la distribución de combustibles de manera confiable, mantener el equilibrio cambiario y, en la medida de lo posible, anticiparse y neutralizar financieramente las bruscas subidas del precio del petróleo.

La política energética del país no puede circunscribirse a la compra de las acciones de Refidomsa, pero dada la oportunidad, tampoco puede darse al margen de la misma. ¿Cuánto tiempo debe el Estado mantener las acciones? Hasta que encuentre el socio que llene las expectativas mencionadas.

Esta es una oportunidad trascendente que sin dudas debe ser tema de debate nacional; pero no enfocado en el baladí y atávico argumento de que el sector privado es mejor administrador que el sector público. Lo importante es qué debe hacer el país con todos los actores que participan en el sector energético, si eso implica mantener estatizada la refinería o privatizarla de un todo, es un tema secundario. Lo importante es establecer una política energética con visión estratégica.

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