La reforma de la reforma de la reforma

La reforma de la reforma de la reforma

POR LUIS RAFAEL MADERA
En tiempos no tan lejanos, cuando el Partido Revolucionario Dominicano (PRD) aun no mostraba toda su podredumbre pese a que la lucha de tendencias ganaba el horizonte, Marcio Mejía Ricart se proclamaba como el único economista dentro de aquellos «presidenciables»; a viva voz no dejaba de divulgar su tesis de que el país no necesitaba la creación de nuevos impuestos, señalando que lo verdaderamente imprescindible era el cobro eficiente de los gravámenes existentes.

Mejía Ricart se separó primero de las luchas intestinas de su partido y posteriormente dejó el mundo de los vivos, pero su percepción sobre la carga fiscal se mantiene como valida, pese a que desde hace tantísimo tiempo sobre la nación se repite la misma dosis, la creación de nuevos fardos impositivos. Los nombres los indica la población, van desde «paquetitos» a «paquetazos»; esta vez se ha acomodado bajo el manto de reforma fiscal; sabido es que de aprobarse llegará a ser un mayor sacrificio para las mayorías nacionales, el tramo final para la destrucción del aparato productivo y la creación mayor de cinturones de miseria, que arropan ciudades y pueblos.

Las calidades a que nos ha arrastrado el mismo PRD, en este ultimo período gubernamental, constituyen una nueva fase dentro de la historia nacional, donde resulta incierto si la vida triunfará y se impondrá sobre las asechanzas de la muerte. Tiempos de pesimismos, de malos pronósticos y peor espíritu. Lucha agónica entre Tanato y Eros; entre la pasión no oculta por destruir y el deseo vital de vivir en paz.

Este laberinto que nos deja el gobierno de Hipólito Mejía es el resultado de la mezquindad de sus amigos, la arrogancia de sus funcionarios y su propio aventurerismo electorero.

Ahora todo se resume en una reforma fiscal, mientras la nación reclama una estructura recaudadora sencilla y fácil de cumplir, donde los evasores puedan ser detectados y penalizados, y en la que también los impuestos resulten para el beneficio colectivo. ¿Es mucho pedir?

Este proyecto reformador ya parece plástico maleable, cada vez que se menciono todos metemos la mano, dándole la forma que se nos antoje y mientras se toman decisiones en función de intereses particulares, nada garantiza que nuestros problemas económicos empezarán a aliviarse. Para nuestros políticos pesan más los compromisos contraídos que el análisis consciente de la realidad, los datos estadísticos y la experiencia de otras naciones.

La República Dominicana es de escasa capacidad de recaudación fiscal pese a la variedad de impuestos existentes. El problema es la alta evasión, las graciosas exenciones y tratos preferenciales. Por demás, la tendencia mundial apunta que los impuestos indirectos o impuestos al consumo, son más eficientes que los impuestos al ingreso. La combinación de impuestos al consumo elevados e impuestos sobre la renta bajo al parecer está dando buenos resultados otras partes del mundo.

La posibilidad con que contamos los dominicanos en la actualidad para actuar como sujetos de derechos representa una atadura permanente al pensamiento jurídico, económico y político tradicional. No seria extraño que una vez más la casi totalidad de la población resulte vapuleada por leyes aprobadas a golpe de situaciones agenciadas por nuestros legisladores y acomodadas a los gobiernos de turno.

Tenemos la percepción de vivir permanentemente en un estado de excepción, en el reino de lo arbitrario. Más allá de los progresos registrados en el ámbito normativo, lo que debería conformar una verdadera pluralidad de mecanismos de tutela de los derechos individuales y colectivos, estos no realizan su función primordial que es reforzar la protección en el ámbito interno.

La grandeza de una nación no descansa en el lustre de su pasado ni en el poder de su economía, sino más bien en la forma como sus habitantes disfrutan de los beneficios de la libertad y acceden plenamente al ejercicio del conjunto de derechos. Resulta claro entonces que avanzar en el terreno de la equidad y la igualdad, que son las únicas puertas de acceso al bienestar general, constituye el camino insustituible por del que debería transitar el país, si pretendemos en algún momento de consolidar nuestras conquistas democráticas, disfrutar de los beneficios de la libertad y crear las condiciones necesarias para un desarrollo humano perdurable.

Las autoridades monetarias no terminan de comprender que no hay crecimiento alto y sostenible sin altas tasas de ahorro.

Resulta insensato pensar que vamos a despertar la simpatía internacional con programas económicos que se basan en mayores impuestos, mayor gasto publico, cierre de la economía y financiamiento monetario del déficit fiscales. Es el camino opuesto al que avanza el mundo.

Vivimos un drama de rumbo desconocido. La situación que nos agobia no solo se prolonga sino que tiende agravarse. No se alcanza a divisar más que borrasca en el horizonte.

Consistente con ello, la clase media hoy vuelve a aspirar, como nunca, a una sociedad que premie la honestidad, el esfuerzo y la formación personales, valora la educación, rescata el papel del Estado y recupera sus expectativas de futuro.

Los dominicanos hemos vistos como invitados de piedra el auge recaudador de nuestros políticos, solo con la esperanza de que los ingresos captados puedan alguna vez emplearse en los proyectos y obras para los que han debido ser creados, no para aumentar fortunas particulares, patrimonios que tienen todo el espectro de nuestras instituciones gobernantes.

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