La reforma de Macabón

La reforma de Macabón

JESÚS MARÍA HERNÁNDEZ
Como en los tiempos de Macabón un grupo de legisladores, a quienes sus cinco sentidos les dicen que ellos son todo y el pueblo nada, ha vuelto a colocar por encima del interés nacional una posible reforma constitucional que definida en pocas palabras no es más que un proyecto de ambiciones desmedidas, quizás por el temor que tienen de presentarse como candidato otra vez.

Prolongar el mandato del Congreso por el mismo Congreso, constituye un acto de insensatez que rasgaría la conciencia de la patria y dejaría sin estímulos a millones de dominicanos y dominicanas que esperan con paciencia la próxima consulta electoral, para aplacar el orgullo, la magnificencia, el lujo y el cinismo de lo que hablan en nombre del pueblo.

El Congreso no debe prolongarse el mandato en base a necias mentiras, pues ellos no pueden interpretar la voluntad popular caprichosamente, tratar de concretizarlo sería como hacer comercio con la solemnidad de la bandera, que ondea en los cielos con sus oídos tapados, para no escuchar a los que quieren extenderse un mandato en contra de la prudencia.

No debería creerse que en el Congreso se puedan cometer acciones tan infame como la de prolongar un período sin que este provenga de la voluntad del pueblo, quienes claman por esta barbarie no deben pasar más tiempo en la tribuna de la patria, que aquél que el mismo pueblo le ha dado.

El mandato es un don del pueblo, no es una prenda que se quita y se pone cuando se quiere. Tenerla fuera de este contexto es inicuo, defenderlo es un acto de inmoralidad, es sencillamente destrozar el honor y la reputación de la patria, ¿Pero qué le quedaría entonces a la misma, que no fuera una terrible pesadilla y contemplar con desprecio a los que se hacen  llamar voceros del sufragio universal?

Este propósito a todas luces peligroso proviene de un afán concurrente de legislar en contra del interés nacional, obviamente esta corriente de nuevos ateros son quizás los Sanchos de un Quijote, debido a la afigmia que padecen, lo que le impide tener una sincera comunicación con su pueblo que le dio el voto y que en la actualidad contempla como estos señores quieren despojarlo del mismo poder que hizo posible que hoy sean legisladores; es decir, arrebatarle a la patria el más sagrado principio de la democracia, como es: elegir y ser elegido.

Si esta reforma llegaría a realizarse, entonces todos los dominicanos marcharíamos al más triste de los funerales, rezando: Murió la República, que buena República, mientras sus verdugos caminarían en dirección contraria, saboreando el triunfo de la iniquidad y de los macabonianos.

Esta manía de cambiar que por cualquier motivo tienen los señores, que auspician esta descarada reforma, puede convertirse un juego sumamente delicado que podría sumergir en el más profundo de los pantanos, a un país que lucha por salir del letargo económico, cuyos responsables son en su gran mayoría los que están detrás de esta atropeyante actitud en contra de la República.

El poder de legislar de un Estado, no debe ni puede ser suplantado por los caprichos de legisladores que atrapados en la ambición pierden de vista la verdadera razón de sus funciones, la cual siempre debe ser en nombre de las grandes mayorías, hacer lo contrario es quitarle preponderancia a sus actos.

El cambio frecuente de una constitución, acarrea males tan severos que hay naciones a las que le ha llevado años en repararlo, pues como dice Jones Kent, estos cambios debilitan la misma y aumentan la complicación de las leyes.

Temo mucho que los salones del Congreso de la República se conviertan en grandes puertas hacia el caos, si sus actos no se ajustan a la equidad; y es que cualquier acción contraria quedará grabada en el corazón del pueblo como un acto abominable que empañarían los pocos logros de los que hoy disfrutamos los dominicanos, si estos señores siguen empecinados en seguir adelante con este insólito y diabólico proyecto. Los inquilinos del Congreso tienen que obrar con mesura y estricto apego a la moral pública, si lo hicieran a lo inverso, entonces todo se corromperá y habrá que decir que si en la República Dominicana hay insensatez, la misma se encuentra debajo del Congreso.

Los sofistas del Congreso no podrán torcer el camino que conduce a las próximas elecciones, el solo hecho de intentarlo es acertarle una trapera estocada a la bandera que ya sin recibirla llora al ver como se cubren con su manto los antidominicanos, ¡Qué Dios nos cuide!

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