La reforma de Martín

La reforma de Martín

Acudí a casa de Martín Lucero Díaz por lo de la reforma. Estoy confundido en extremo. Porque se ha dicho y contradicho que la reforma va después del 27. O antes. O antes o después, pero que él no dijo eso sino lo que quiso decir. Visité su casa y no su bufete porque Martín está como muchos médicos que después de la reforma del sistema de salud cobran un ojo por consulta.

Para mi gusto y buen saber, Martín tiene ventajas incuestionables en esto de la reforma. Muy joven aún recibió una beca para estudiar Derecho Constitucional en París. Él rechazó la beca, pues esgrimió como excusa el hecho de que ya los niños no vienen de París ni son traídos por la cigüeña. En memorable discurso pronunciado en la ocasión argumentó que la última que vino de París fue Angelita Trujillo, y no la trajo la cigüeña. Vino, según dijo, en avión y en barco.

Por eso pidió que la beca se la asignaran a la Universidad de Wittenberg. Expuso la opinión de que el Derecho Constitucional alemán es más sólido que el francés. En apoyo de sus noventa y cinco tesis sobre este particular expresó que el tribunal constitucional alemán funciona en un castillo levantado con sólidas y gruesas paredes. Debido a todas tales razones visité a Martín.

-Maestro, le dije en tanto me postraba de hinojos ante él, ¿qué puede decirme de la reforma?

-¿De cuál reforma? ¿De la reforma moral que necesita la República, incluyendo la ética de los dignatarios y funcionarios públicos? ¿De la reforma en la concepción de la estructura familiar y la crianza de los hijos? ¿De la reforma…

No lo dejé concluir, pues era capaz de perorar dos o tres horas con interrogantes como éstas. De manera que impetré de su inmensa sabiduría respecto de la reforma constitucional.

-Todos, que renegaban a Balaguer, están dándole la razón, comenzó a explicarme con dogmático acento. Se quejaron porque un día señaló que la Constitución era un pedazo de papel. Pero la Constitución de 1966 es la de más prolongada vigencia en el país. Y se modificó en 1994, no para acotejarla a sus intereses, sino por los intereses de Donna Hrinak, la activa procónsul romana. Todos cuantos le han sucedido han probado, en cambio, que eso no es más que un pedazo de papel.

-¿Qué hacemos maestro?

-Voy a escribir un proyecto. Como siempre lo que se ha hecho es plagiar textos ajenos, escribiré un proyecto salido de mi intelecto. Buscaré la temática en las constituciones de Alemania, de Estados Unidos, de Francia, de Tanganyika…

Con sigilosos movimientos comencé a alejarme. Era evidente que debido a la tremenda pero negada inflación que nos acogota, el maestro comenzaba a divariar.

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