La reforma tributaria debe esperar

La reforma tributaria debe esperar

Mientras el país se enfrente a las consecuencias económicas de la pandemia, las políticas públicas deben ser de cortísimo plazo.

La economía necesita un vuelco. De su gestión se ocupa el Banco Central desde marzo con medidas monetarias expansivas excepcionales.

Los resultados hablan de su efectividad, se siente que el dinero llega a la economía real, los préstamos privados en pesos crecen dos dígitos, con reducción del costo del dinero, de 13.28% en marzo a 10.23% a final de agosto, con efecto positivo en el crecimiento del PIB, la economía comenzó a rebotar con el pronóstico de que recupera la velocidad de crucero en 2021.

El objetivo de la política fiscal es cerrar la enorme brecha entre ingresos y egresos con medidas temporales, soluciones urgentes y de aplicación inmediata, como la amnistía fiscal y la venta de bonos en el mercado internacional y local.

Porque histórico es el financiamiento total del año, RD$599,525.4 millones, alrededor de US$10,162 millones, para financiar la brecha del Presupuesto General del Estado, 9.5% del PIB (RD$420 mil millones o U$7,000 millones), y para amortizar deuda y pagar intereses (RD$179,525.4 millones o US$3,042.8 millones).

El nuevo modelo tributario que se necesita impactará la economía en el mediano plazo, para consensuarlo debe esperarse que se normalicen las actividades generales, porque las líneas maestras de la reforma no son cualquier cosa: suficiencia recaudadora, equidad entre contribuyentes, estímulo de la producción, empleo, medidas contra la economía sumergida o ilegal, contra la elusión y todo lo que erosione la base tributaria.

La reforma perdería credibilidad si se asocia con financiamiento de gasto público con subidas de impuestos indirectos, como durante los gobiernos del PLD, en los hechos estaríamos cargando el costo de la crisis sanitaria a los pobres, a los que siempre les va mal, empeorando la distribución de ingreso y ampliando la desigualdad entre ricos y el 48% de trabajadores y trabajadoras en el sector informal, la cantidad de 2,156,106 personas a final de 2019.

La pandemia ha ampliado y puesto en primer plano la desigualdad entre países, mientras todos pierden PIB y empleos, para financiar el gasto extraordinario los pobres tienen que pagar un altísimo costo en el mercado de capitales, mientras a los países ricos les ruegan para que se endeuden, y no solo eso, cobran a inversores para financiarse a largo plazo.

El mundo está al revés. Pongo como ejemplo nuestro caso. Para que los inversores nos presten los US$10,162 millones que necesitamos este año, supongamos bajo condiciones similares a las logradas el 30 de enero cuando vendimos bonos a diez años por US$1,000 millones, con cupón o interés fijo de 4.5 por ciento, cada año el país tendría que pagar alrededor de US$457 millones y en diez años US$4,573 millones.

El trato sería totalmente diferente si fuera Alemania, por ejemplo. El que vende los bonos en el mercado internacional, no solo está exento de pagar cupón, interés, sino que anualmente los inversores devolverían al pueblo alemán US$44.92 millones, porque la rentabilidad a 10 años está por debajo de 0%, negativa en 0.442 %. Acumulado en 10 años recibiría para atrás US$449 millones, un monto parecido a lo que nosotros tenemos que pagar cada año.

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