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Como señalábamos en anteriores entregas, en un plazo de poco más de cincuenta años la República Dominicana ha llevado a cabo una notable transición desde un prolongado período de treinta y un años de dictadura trujillista a una democracia, no tan perfecta como hubiésemos querido, pero, democracia al fin. Este cambio en nuestro panorama político ha modificado radicalmente el entorno operativo y ético de nuestro sistema de instrucción pública. También, ha colocado a las universidades públicas y privadas frente a nuevas oportunidades, desafíos y obligaciones.
Diversos tipos de cambios demográficos que aquí se han venido produciendo a lo largo de las últimas décadas han tenido y continúan teniendo importantes repercusiones sobre nuestro sistema de instrucción pública, así como sobre las oportunidades de empleos de los jóvenes. El primero de esos cambios se refiere a la tasa de natalidad. El “boom de nacimientos” de República Dominicana, en las décadas de los años 50 y 60, sobrepasó al similar producido en la mayoría de los países de la América española y el Caribe. Este boom alcanzó su máximo auge en 1960, cuando el Censo de Población de ese año arrojó un total de 3 millones, 47 mil, 70 habitantes; cifra ésta que comparada con la registrada en el Censo de Población de 1950, significó un aumento de 911 mil, 198 habitantes, lo cual correspondió a un incremento anual en el periodo 1950-1960 de 3.6%, la tasa más alta registrada en el área. Nuestras mujeres no se cansaron de parir. Ese aumento desmedido de la tasa de nacimientos provocó un aumento del número de matriculados en el nivel básico y medio; y, aunque atendiendo a otras razones, igual ocurrió en el nivel superior. Un segundo factor demográfico de importancia fue y es la desigual distribución geográfica de la población dominicana, que se ha intensificado a lo largo de los últimos años debido a una fuerte emigración interna desde las provincias y municipios más pobres y deprimidos a las más ricas y prósperas, así como desde las zonas rurales a los grandes centros urbanos. La población urbana de República Dominicana pasó de un 30,3% en 1960 a más de un 70% en 1970. Un tercer cambio demográfico y sociológico digno de tomarse muy en cuenta ha sido el reciente y espectacular aumento del número de mujeres matriculadas en las universidades y demás instituciones de educación superior, hasta el punto de que, actualmente, el número de estudiantes universitarios del género femenino supera con creces al de hombres. No obstante, conviene señalar que las mujeres matriculadas en universidades siguen concentrándose fundamentalmente en áreas educativas consideradas tradicionalmente como “femeninas”, tales como educación, enfermería, humanidades, etc. Un cuarto cambio demográfico importante ha sido el de la inversión de la tendencia a la emigración de trabajadores dominicanos a otros países en búsqueda de mejor vida, que se inició aproximadamente a principios de las décadas de los años sesenta y que aún continúa.
Durante los últimos años, la economía dominicana se ha visto acosada por una serie de problemas que por falta de espacio no entraremos en detalles en torno a los mismos. Simplemente, nos limitaremos en señalar que a los graduados universitarios les resulta hoy mucho más fácil encontrar empleo que a los jóvenes con un nivel educativo inferior.
Lo expuesto en párrafos anteriores hace que meditemos profundamente sobre el verdadero contenido, alcance y posterior repercusión y beneficio que podrían obtenerse de la ejecución del Pacto Nacional para la Reforma Educativa 2014-2030 propuesto por el gobierno del presidente Danilo Medina. Nos atrevemos a sostener que es a partir del mismo donde podríamos comenzar a construir una pirámide de desarrollo social, soportado por la formación de recursos humanos provistos de conocimientos científicos y de tecnologías a tono con las circunstancias en las que les ha tocado vivir.