Las enfermedades cardíacas son la primera causa de muerte en la población a nivel mundial. En los próximos 20 años se vislumbra un cambio significativo en el orden de las primeras diez causas de muerte en los países desarrollados, pero aun así el primer lugar quedará inamovible. A diario escuchamos a los médicos alarmados por el alto índice de personas que sufren de alta presión arterial, diabetes, obesidad, malos hábitos de alimentación, falta de hacer ejercicios, todo unido a ingesta excesiva de alcohol y tabaquismo. Como resultado de lo anterior tenemos un individuo propenso a ser blanco perfecto de enfermedades cardiacas y cerebrales isquémicas, embólicas o trombóticas.
La medicina moderna ha logrado arrebatar, con sus procedimientos y tratamientos, una gran parte de estos pacientes de las manos de una muerte segura. Los sobrevivientes son individuos con cierto grado de discapacidad para cumplir con las tareas que ejercían antes de la enfermedad, con miedo a la actividad, dudas acerca de sus hábitos alimenticios, luego de haber rebasado la etapa crítica, con o sin intervención quirúrgica, y en el caso del paciente en RD, debe enfrentarse a un sistema de salud que no es nada integrador, ni previsor y mucho menos educativo.
Con este preámbulo surgen los programas de rehabilitación cardiovascular, a mediados de los años 60, para dar respuesta a ese periodo en el que el paciente está entre la enfermedad y la recuperación, en el que son frecuentes las depresiones y la inadaptación a las modificaciones en la vida que arrastran este tipo de enfermedades, y como respuesta a la necesidad ampliamente conocida de dar un servicio integrado y efectivo a los pacientes. La rehabilitación cardiovascular es idónea para la recuperación, a través de la prescripción de ejercicios y cambios sustanciales en su estilo de vida con programas de educación en las áreas de nutrición, el conocimiento de su enfermedad, autocontrol y manejo de stress. También para recuperar a los individuos que ya han sido afectados por la enfermedad cardiovascular a regresar a un estilo de vida tan similar como antes de enfermarse y en ciertos casos mejorar sustancialmente ese estilo de vida utilizando un programa parecido , buscando una forma de prevenir que el evento cardíaco ocurra de nuevo. En Inglaterra se ha logrado disminución re-infartos en pacientes recibiendo rehabilitación cardíaca de hasta un 40%, además de una mejor adaptación post-enfermedad a una vida más sana.
Cada día más los centros modernos de salud, en los países en desarrollo, se vuelcan a proveer al paciente de la Fase I del programa de rehabilitación dentro del hospital. Manejar o modificar el riesgo siempre es mejor, y más barato, que manejar la enfermedad.
El ejercicio monitorizado por telemetría y con mediciones en parámetros vitales de la mano de un personal DEBIDAMENTE ENTRENADO aseguran éxito en estos programas, unido al adecuado consejo psicológico, nutricional y las modificaciones de factores de riesgos. Esta unión de elementos delimitan un programa divido en tres fases que duran aproximadamente tres meses, dependiendo de las necesidades individuales del paciente y de la gravedad de la patología que se propone rehabilitar. Las sesiones de rehabilitación cardiovascular se llevan a cabo en un gimnasio-médico equipado con todas las herramientas para cubrir cualquier emergencia en las sesiones de ejercicios.
Los pacientes con enfermedades cardiovasculares o propensos a ellas son altamente delicados y sujeto a mucho riesgo si se entrenan de forma inadecuada tanto con ejercicios cardiovasculares como con entrenamiento de fuerza. Aunque el ejercicio prescrito de manera adecuada por un médico especializado en el área, no debería causar ningún tipo de complicación.
Sea bienvenida la rehabilitación cardiovascular. Esperemos que sea para quedarse.