La reivindicación balaguerista 

La reivindicación balaguerista 

VIRGILIO ALVAREZ BONILLA
Luego de la desaparición física del doctor Joaquín Balaguer hace ya cuatro años, el vasto conglomerado de sus seguidores quedó políticamente desamparado. Los partidarios de Balaguer en principio creyeron que su herencia política se dejaba dentro del partido que él y otros distinguidos dominicanos habían formado con el nombre de Partido Reformista. Pronto sin embargo se dieron cuenta que ser balaguerista no necesariamente significaba adherirse o comprometerse con las actuaciones de los que dirigían esa agrupación política, habida cuenta de que las mismas no se correspondían con la forma de actuar del líder y fundador del partido.

Al paso del tiempo, los sentimientos balagueristas se han ido separando del acontecer partidario cada día más. Es común en la actualidad oír decir con frecuencia en seguidores del desaparecido líder, “yo sigo siendo balaguerista, pero no reformista”, incluso en algunos miembros prominentes de la cúpula de franquicia, se oye la expresión “yo lo que soy es balaguerista”. De suerte que el auténtico balaguerista no se siente realmente ligado al reformismo, aunque es justo reconocer que muchos actuantes dentro del partido son muy buenos balagueristas.

El balaguerismo por supuesto no es una filosofía política, puesto que nunca estuvo sustentado en conceptos ideológicos. Es más bien una conducta política basada en el culto a la personalidad del líder, a su forma de actuar políticamente y a sus realizaciones. Balaguer, a través de su larga carrera política y como consecuencia de los veinte y dos años que gobernó, impuso una forma de manejar el Estado, que muchos añoran y otros imitan. Algunos de sus pasados detractores, hoy estiman como cosa normal y hasta conveniente su estilo, aunque muchas de sus fórmulas podrían hoy día parecer obsoletas, siempre parecerán pragmáticas. De cualquier forma, el balaguerismo está presente y actuante entre muchos de sus seguidores, que promueven hoy día, no el regreso a las formas anteriores per se, sino la adaptación de las mismas a un nuevo quehacer político.

Los promotores de un balaguerismo de nueva época, no están equivocados. Reactivar y reivindicar los sentimientos balagueristas parece ser una vía correcta para agrupar buena parte de los seguidores de ese carismático líder.

Estos sentimientos alrededor del balaguerismo tiende a unir, contrario a lo que algunos piensan. Dentro del reformismo actual, la falta de práctica del sentir balaguerista ha traído grandes contradicciones y divisiones ya inconciliables.

El esfuerzo surgido en los últimos días de reagrupar los diferentes núcleos balagueristas alejados del reformismo por diferentes razones, no sólo es válido sino oportuno.

No hay que olvidar que muchos de estos núcleos poseen eficientes estructuras en el interior del país. La mejor prueba de esto son los recientes resultados electorales, donde los balagueristas tuvieron una destacada participación dentro del Bloque Progresista.

Fracasado todo intento de reunificar el reformismo, los grupos separados de la franquicia se proponen por si mismos reagruparse como fuerza política balaguerista.

La reciente reunión en un restaurante capitalino, donde asistieron los principales líderes de esos núcleos disidentes del reformismo, motiva la esperanza en los millares de seguidores de Balaguer, huérfanos de una entidad partidista que verdaderamente les represente.

El balaguerismo está latente. La unión de sus seguidores en una única fuerza política contribuirá no sólo a reivindicar las políticas del líder indiscutible que fue Balaguer; se asumirá también un compromiso de rescatar su verdadera herencia.

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