La remesa que socorre al país

La remesa que socorre al país

BIENVENIDO ALVAREZ VEGA
Este nuevo estudio que acaba de entregar el Banco Interamericano de Desarrollo sobre las remesas que se envían y reciben en el país –probablemente el más completo de los conocidos–  replantea un fenómeno harto conocido pero que se consolida cada día que pasa, como es la extraordinaria importancia que representan para la economía familiar estos envíos de dinero. Afirmar que el 38% de los dominicanos adultos –quizás el 38% de los hogares–  recibe estas remesas cada mes y que el 60% de los montos de las mismas se utilizan para gastos diarios, para consumo, y el 17% en educación, son palabras mayores.

El 71% de los inmigrantes dominicanos residentes en Estados Unidos, sin importar su status, envía de manera sistemática dinero a sus parientes que quedaron aquí, en la República Dominicana. Un gesto que no puede ser menos que calificado de amoroso, de responsable y de solidario. Ese dinero que viene de Estados Unidos, más el que procede de Puerto Rico, de Canadá, de varios países del Caribe y de Europa totalizó el año pasado dos mil 700 millones de dólares. Tanto como el 13% del producto interno bruto.

Un hecho que sin duda tiene un gran valor social, económico, familiar, educativo y de cara al progreso de la nación. Las mismas estadísticas ofrecidas por el Banco Interamericano de Desarrollo, recogidas en las fuentes del Banco Central de la República, indican que en los doce años que van de 1993 al 2004 los  dominicanos residentes en el exterior enviaron al país la significativa suma de 17 mil 485 millones de dólares. De acuerdo a la encuesta levantada por las firmas contratadas por el BID, con entrevistas hechas en Estados Unidos y aquí en la República Dominicana, los 2,700 millones de dólares ingresados el año pasado se distribuyeron o dispusieron para lo siguiente:

–Consumo o gastos diarios, el 60%, equivalente a 1,620 millones de dólares.

–Educación, el 17%, equivalente a 459 millones de dólares.

–Ahorros, el 5%, equivalente a 135 millones de dólares.

–Inversión de negocios, el 5%, equivalente a 135 millones de dólares.

–Propiedad, 4%, equivalente a 108 millones de dólares.

Durante años miles de dominicanos que no encuentran en su patria las oportunidades que desean y que necesitan para desarrollar sus talentos y para financiar sus necesidades y las de sus parientes más cercanos, han tomado la decisión de viajar en busca de esas oportunidades. Unos se han ido a Estados Unidos, otros han hecho las maletas para Canadá, Venezuela, Puerto Rico, las pequeñas islas del Caribe y muchos se han encaminado hasta el Viejo Continente. Todos con el mismo propósito, que no es otro que encontrar oportunidades de trabajo y un lugar adecuado para darles una buena educación a sus hijos.  En el lenguaje de los sociólogos, son los expulsados del país. Se trata de un fenómeno sociológico con profundas raíces políticas y económicas y con repercusiones inmediatas en las familias. Ordinariamente nos fijamos más en los efectos positivos de esta emigración, pero no debe dejar de subrayarse que tanto los dominicanos y dominicanas que se van y sus parientes más cercanos que quedan aquí, como la esposa, los hijos y los padres, pagan un precio muy alto, un precio emocional, un precio de afectividad y de desintegración familiar. Los que se marchan sufren un desarraigo que tiene dimensiones espirituales, familiares, geográficas y culturales. 

Esta enorme generosidad de los emigrantes dominicanos, quienes a pesar de todo parecen haber tomado la mejor decisión, ha sido la responsable  que en todos estos años cientos de miles de jóvenes hayan ido a las escuelas y a las universidades,  que otros hayan establecido sus negocios propios, que muchos hayan construido sus casas y de que muchos hogares, tantos como 500 mil, puedan completar sus presupuestos familiares.

La pregunta obligada, después de ver los hallazgos de este estudio del BID, es la siguiente: ¿qué hubiese ocurrido en una sociedad tan inequitativa como la dominicana si este colchón económico no hubiera existido?  La respuesta parece tan obvia que no merece mayores argumentaciones.

Pero quienes proclaman el progreso y el crecimiento económico alcanzado en el país en los últimos 40 años –innegables los dos– deben considerar este hecho, porque sin él no fuéramos los mismos. 

bavegado@yahoo.com

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