La República de las tinieblas

La República de las tinieblas

POR JOSÉ ANTONIO MARTÍNEZ ROJAS
Anteriormente esta República se denominaba Dominicana, pero al prohijar su homónimo «el príncipe de las tinieblas», adoptó tan repulsivo nombre. Nos habíamos prometido no escribir más sobre este tema, más al llegar el problema energético al borde del colapso, lo cual pone en peligro todo el aparato productivo de nuestro país, haremos una última entrega reseñando varios del os peores males que acarrea este enorme descuido del gobierno central.

Los dominicanos tenemos permanentemente en nuestras mentes esta grave preocupación… ¿Hay luz en la casa? ¿En la oficina? Caso contrario, les entra una frustración que en la mayoría de los casos le produce un estrés que se agrava concomitantemente con la falta de tan vital servicio. Y nos preguntamos ¿Por qué las empresas encuestadoras no realizan una encuesta para cuantificar cuantas horas / hombre se pierden en el país por la falta de energía eléctrica? ¿Cuántos negocios se pierden por no tener conexión el telefax o la PC?

Las compañías que suministran el servicio energético comprometen a sus clientes a la firma de un contrato en el cual ambas partes contraen obligaciones. La primera a suministrar energía eléctrica y los segundos a pagar a presentación la factura por el consumo mensual. El contrato también indica una compensación de parte de la generadora por el tiempo de desabastecimiento. Lo peor del caso es, que a menor consumo por los constantes apagones, mayor facturación al usuario.

Otra encuesta interesante sería ¿Cuántas plantas de emergencia existen en el país? ¿Cuál es el monto de tan onerosa inversión? Y ¿Cuánto combustible gastan estas plantas? Por supuesto, a esto debe agregársele el costo de mantenimiento, reparación, lubricantes y piezas de repuesto y el pago costo de una mano de obra especializada.

Nuestros presidentes deben abocarse a conjurar de manera definitiva este rompecabezas. Se deben construir todas las presas factibles de producir energía y analizar la instalación de aerogeneradores tal y como existen en La Muela, en Aragón. Para eso, hay que paralizar todas las obras que se construyen en el país que no tengan un carácter prioritario, como hospitales y escuelas. Pero además, el gobierno tiene que dejar la politiquería demagógica de que los super protegidos «padres de familia» de los barrios marginados paguen el consumo, aunque sea el mismo subsidiado. Es inconcebible, que los usuarios de las urbanizaciones se les promedie hacia el consumo, para beneficiar a los evasores de barrios, que si alguien piensa por ser «pobres» no tienen electrodomésticos o lavadoras de ropa, se equivoca de medio a medio.

Este gobierno, en lugar de propiciar la construcción de plantas, se empecinó en la erección de grandes líneas de transmisión. Ejemplos sobran: la línea de alta tensión para la provincia de Samaná; el anillo de la Línea Noroeste y el anillo denominado de Monte Plata. Aquí cabe la ironía, ¿Para qué tantos anillos si nos faltan los dedos?

La inseguridad en las calles ha ido en aumento. Barrios enteros apagados propician la comisión de todo tipo de delitos, atracos, robos, pillaje y lo más peligroso: asaltos y secuestros. Pocos se arriesgan a salir en horas de apagón. Los comercios por ese motivo languidecen y se sienten atemorizados sus propietarios.

El peligro mayor es la sobrecarga en las plantas de emergencia. Ahí está la explosión de la planta del Banco del Progreso y el posterior incendio que pudo ser controlado a tiempo, gracias a la rápida intervención del cuerpo de bomberos. Asimismo, la planta de la Plaza Central colapsó y clientes y propietarios debieron ser evacuados, procediéndose al cierre de la misma. ¿Quién paga por estas cuantiosas pérdidas?

Nosotros, con oficina frente al Palacio Nacional tenemos apagones de más de doce horas. Nos hemos convertido en vagos y las generaciones ni siquiera toman en cuenta la seguridad de la casa presidencial. Eso sí, la factura llega a tiempo con su consiguiente aumento por el menor consumo.

Hay que enaltecer la gran capacidad de aguante, resignación y civismo del pueblo dominicano. Si esta acuciante y desesperante situación se hubiere presentado en un país con una opinión pública deliberante, tanto las autoridades regionales como el pleno del gobierno, se vería compelido a renunciar so pena de que se desencadenen hechos violentos de impredecible alcance. Creemos por consiguiente que, el presidente que resuelva definitivamente el problema energético, de seguro no tendrá que hacer campaña política para su reelección, ya que la misma se operará de manera espontánea.

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