Para iniciar con buen pie el nuevo año, los Reyes Magos me regalaron un libro de uno de mis autores favoritos: Noam Chomski “una de las voces más pertinaces, activas y lúcidas entre los intelectuales de izquierdas del mundo contemporáneo” el cual lleva por título “Malestar Global. Las crecientes amenazas a la democracia.” Pero no solo se trata del mal de la democracia, sino por la aterradora carrera armamentista armados de misiles nucleares que amenaza al planeta y a la paz mundial, bajo la falsa moral, el cinismo y la hipocresía del dominio político, militar y económico de tres de los grandes imperios: Francia, Inglaterra y Estados Unidos de Norteamérica que, como señala Chomsky, desde siempre han sido marcados por una historia atroz de violencia y explotación.
El libro recopila una serie de entrevistas concedidas al notable periodista David Barsamian, sobre temas de trascendental importancia para todo estudioso la geopolítica universal analizando las causas de las guerras y conflictos bélicos que traspasan las fronteras nacionales y sus consecuencias.
Nos llamó la atención que en una de esas entrevistas respondiendo a su interlocutor, Chomsky se refiere a la responsabilidad de los intelectuales, un sector eminentemente minoritario pero con gran influencia entroncado en el partido en el poder, los poderes del Estado y naturalmente en el Gobierno, donde muchos de la especie ocupan puestos de importancia como funcionarios, asesores, bien remunerados, o voceros igualmente gratificados. Otro grupo también minoritario serían dirigentes y militantes de algún partidos políticos de oposición con justas aspiraciones de llegar al poder un día y materializar todas las reformas habidas y por haber. Un tercer grupo, calificado usualmente de utópico, lo conforman organizaciones o grupos de ciudadanos que se identifican como apartidistas y realizan una labor de denuncias del conjunto de males: corrupción, impunidad, abusos, deficiencias en servicios tales como, salud, educación, empleo, vitales para el bienestar y el desarrollo de la nación, escriben en los medios comparecen en programas de opinión y se integran a movimientos populares hastiados de todo, pero sin perder la esperanza. “Ellos son los imprescindibles.”
Un grupo anónimo lo constituyen aquellos que con su problema resuelto permanecen indiferentes, sin asumir ningún tipo de riesgo o de responsabilidad, el prototipo de aquel ve pasar el cadáver del que fuera su amigo desde la ventana: “Laissez faire- laissez passer.”
Y viene al caso la lectura de un sorprendente espacio pagado que ocupa toda una página periodística suscrito por FINJUS, un organismo respetable, muy institucionalista que, de repente, puede decirse que le roba o reemplaza el discurso que bien podría esperarse del presidente de la Suprema Corte de Justicia y del Procurador General de la República representante del Ministerio Publico. En ocasión del Día del Poder Judicial, hace un balance laudatorio, muy positivo, de la actuación y los logros alcanzados por esos dos organismos, lo que no se compadece con la valoración y resultados de encuestas populares y los barómetros de calificación más contestes con la realidad que vivimos.