La Restauración apuntaladora de la nacionalidad

La Restauración apuntaladora de la nacionalidad

Las acostumbradas rencillas políticas, de los grupos antagónicos dominicanos, tuvo un receso para ponerle atención y esfuerzos a resolver el problema de la ocupación española iniciada en 1861 por la anexión para volver a ser una colonia en el Caribe de España igual a Puerto Rico y a Cuba.
156 años han transcurrido desde el día de Capotillo en la frontera con Haití, cuando un grupo de dominicanos acompañados de haitianos, se organizaron formalmente a expulsar a los españoles del país. Ya los enfrentamientos dominico-haitianos desde 1844 hasta 1856 habían cesado con el cierre de hostilidades con la victoria dominicana en la batalla de Sabana Larga el 24 de enero de 1856. A esto se le agregó la llegada al poder haitiano en 1857 de Fabre Geffrard, un político haitiano muy diferente a los dictadores y truculentos militares que habían sostenido un permanente estado de agresión a los dominicanos desde 1844.
Por la decisión dominicana de ser libres en 1844 durante 12 años se escenificaron 12 importantes batallas y muchas escaramuzas en suelo dominicano contra los cada vez derrotados invasores. Esas derrotas llevaron a los haitianos a rebelarse en contra de las invasiones. El derrocamiento del último dictador Soulouque hizo crecer el rechazo de los haitianos a atacar a los dominicanos por las derrotas que sufría.
Con Geffrard en el poder, los haitianos dejaron tranquilos a los dominicanos, creció notablemente el comercio entre los dos países. Eso permitió a los dominicanos continuar con sus rencillas políticas y ahondar las diferencias entre el rico Cibao y el pobre Sur. Los cibaeños, con su flamante y excelente constitución de 1857 en las manos, buscaron el apoyo de Pedro Santana para liberarse del desorden entronizado por Buenaventura Báez. Este había arrasado con toda la riqueza del Estado. Santana entonces continuó con sus planes de buscar una nación poderosa que protegiera a los dominicanos en caso de nuevas invasiones haitianas. Hubo acercamientos con los norteamericanos para buscar la sombrilla protectora hasta que finalmente los españoles acordaron adueñarse de lo que había sido su anterior colonia hasta 1822. Y en marzo de 1861 volvió a ondear la bandera roja y amarilla en la Torre del Homenaje para dar inicio a un período convulso y de terrible costo para los españoles.
Los estallidos de rebeldía patriótica se iniciaron desde el mismo momento que se anunciaba la anexión. En Moca un anciano guerrero febrerista salió al frente de los anexionistas produciendo los primeros enfrentamientos y los fusilamientos de patriotas que como José Contreras fue inmolado en su pueblo. Semanas más tarde, Francisco del Rosario Sánchez, acompañado de un grupo de dominicanos y de algunos haitianos, ingresaron al país por la frontera, llegaron hasta El Cercado en donde fueron apresados y llevados a San Juan para ser fusilados.
Para afianzar la anexión, la corona española envió al país fuertes contingentes de tropas bien apertrechadas desembarcando por los puertos de Montecristi, Puerto Plata y Santo Domingo. Los enfrentamientos eran continuos en la Línea Noroeste. Las llanuras cercanas a Montecristi y Dajabón fueron escenarios de enfrentamientos decisivos en donde los dominicanos demostraron su valentía pese a sus improvisaciones como soldados.
La constante ayuda haitiana a los dominicanos obligó al gobierno español a amenazar a Geffrard de que le bombardearían sus puertos si la ayuda continuaba. Hasta emplazaron unas naves en la bahía de Puerto Príncipe para hacer creíbles sus amenazas. La ayuda continuó y el 16 de agosto de 1863 en el Capotillo español se dio el grito de Restauración cuando un grupo de dominicanos, con sus aliados de la ocasión, señalaron a los españoles que se iba a recuperar la soberanía pisoteada.
La región contigua al río Yaque del Norte desde Montecristi hasta Santiago fue el escenario de esos enfrentamientos que en septiembre de 1863 llevó al incendio de una amplia zona de Santiago con el aislamiento de las tropas españolas sitiadas en la fortaleza San Luis.
Las llanuras orientales de la cuenca del río Ozama, desde Guanuma hasta cerca de Hato Mayor, se convirtieron en el escenario de los fieros combates que Gregorio Luperón supo atosigar a los españoles diezmados por las enfermedades y el ametrallamiento dominicano. No pudieron con el coraje criollo. La sabana de Guabatico se convirtió en el escenario de la guerra sureña en donde Gregorio Luperón impuso su valentía y elevada capacidad de estrategia. Puso en jaque a los españoles y sus aliados dominicanos que evaluaban su evacuación del país. Esto se produjo en julio de 1865 embarcados hacia San Juan de Puerto Rico y La Habana. Junto con las tropas se embarcaron algunas familias españolas. Así los dominicanos pudieron continuar con sus permanentes rencillas políticas en el accionar de atacarse mutuamente con tal de ver quien se quedaba con el disfrute del poder y sus recursos.

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