La resurrección de un proyecto inviable

La resurrección de un proyecto inviable

 La pasada semana, el director de la CAASD anunció que se iba a retomar el proyecto de la presa de Madrigal en el río Haina, para aportarle al Gran Santo Domingo unos siete metros cúbicos por segundo y resolver  la demanda de agua de una sedienta población de más de tres millones de habitantes.

 El proyecto de Madrigal es recurrente en su resurrección, desde que en 1983 fuera descartado por el Congreso y se desestimó un préstamo de  150 millones de dólares que el BID había otorgado al país a través del gobierno perredeísta de entonces.

 La ubicación de la presa de Madrigal, aun cuando ahora se anuncia que se situará en otra zona aledaña a su sitio original, acarrearía daños ecológicos, humanos y de infraestructura vial y habitacional, en que los beneficios proyectados en papel y sesudos reportes de factibilidad, no compensarían los daños que le ocasionarían al área norte de Santo Domingo.

 El proyectado embalse de Madrigal provocaría mas daños que los que en la actualidad están ocasionando el Lago Enriquillo con la elevación del nivel de sus aguas, ya que está localizado en una región sin una gran densidad poblacional y sin grandes obras de infraestructura, mientras que el embalse en el río Haina se ubicaría en una región densamente poblada, afectaría  a la carretera Duarte, obligaría a reubicar importantes líneas de transmisión eléctrica, como la de la autopista  eléctrica, destruiría la floreciente agricultura y ganadería     y obligaría al desalojo de millares de personas comparables a aquellas devastaciones de Osorio en el siglo XVII o las incipientes del Lago Enriquillo.

 Así mismo, la tremenda densidad poblacional de la zona y aguas arriba de la presa, ha contaminado severamente las aguas del río  Haina, lo cual obligaría a un costoso  tratamiento del agua para potabilizarla, si es que Villa Altagracia y sus comunidades vecinas no se reubican  por completo.

 Por otra parte, conociendo las condiciones actuales del río Haina y que se arrastran desde hace años, su caudal promedio no puede garantizar un flujo de 7 metros cúbicos por segundo, ya que eso solo podría ocurrir en ciertos meses del año o por escasas horas del día, represando toda el agua, lo cual eliminaría la toma del acueducto de Haina-Manoguayabo por lo que, para hacer llegar el agua  a las redes del acueducto en la capital se necesitaría un costoso bombeo con un elevado consumo de electricidad. O sea que el agua no llegará todo el año por gravedad, aun cuando se disponga de una presa de 90 metros de alto.

 Así mismo, el haber traído el agua desde la cuenca del Nizao, desde la presa de Valdesia, ha probado su eficacia y eventualmente sería más recomendable estudiar en un trasvase de agua desde el río Yuna,  no desde la presa de Hatillo  sino desde la proyectada en el Alto Yuna en Los Quemados de Bonao y con los tanques de almacenamiento intermedio,  el agua llegaría plenamente por gravedad a la capital.

 Además, el anunciado costo del proyecto, cercano  a los  $300 millones de dólares, no es real  ya que por sus características  y conociendo el alto costo de las presas de Pinalito y Palomino, que con precios inflados superaron los $800 millones de dólares para solo generar supuestamente 130 mil kilovatios, nos plantea que en el ego de los funcionarios quieren dejar plasmado  sus nombres  en una mega obra, no importa si va en detrimento de los intereses del país  y de sus recursos  presupuestarios.

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