La retranca del proceso democrático

<p>La retranca del proceso democrático</p>

LEANDRO GUZMAN
Los más viejos están suficientemente enterados de los grandes sacrificios de una pléyade de dominicanos que, a través de nuestra Historia, han sacrificado bienes y vida para lograr lo que hoy de democracia tenemos, por cierto con muchas imperfecciones.

Ha sido mucha la sangre derramada y mucho el dolor que hemos padecido para que hoy día exista un gobierno constitucional, un parlamento, una prensa libre y una sociedad donde se garantizan los principales Derechos Humanos, aunque en la práctica, muchas veces, existen sus dudas.

Sin embargo, todavía falta afinar muchas cosas para que esa democracia sea perfeccionada, comenzando por los partidos políticos, que no solamente tienen el deber de entrar en sintonía con el pueblo y con los nuevos tiempos, sino que sean capaces de garantizar su democracia interna, con lo cual sin duda alguna se fortalecerían.

Hay muchos obstáculos que se interponen en el camino para fortalecer nuestra democracia. Entre ellos podemos citar la tradicional falta de respaldo de los gobiernos a la educación, el escaso interés por mejorar las condiciones de vida de más de un millón de dominicanos que vive por debajo del límite de la pobreza: los ancestrales problemas de salud, que impiden el desarrollo productivo; la escasez de viviendas, que obliga a cientos de miles de ciudadanos a vivir a orillas de cañadas y ríos y en los barrios marginados, en una promiscuidad que hiere la vista; la crisis moral, derivada de las uniones consensuadas, casi siempre frustradas por el alcohol y otros vicios; la falta de respeto hacia las normas de moral de nuestros ancestros: y las pocas oportunidades de desarrollo que tienen miles de profesionales que, tras salir de las universidades, no encuentran un empleo, entre otros males.

El sindicalismo mal entendido se ha convertido en otra retranca por la democracia. En lugar de avanzar, las luchas obreras por sus justas reivindicaciones, se malogran por las actitudes de politicastros disfrazados de sindicalistas, que a menudo se creen los dueños del país, cuando todo el mundo sabe que utilizan las membresías de sus afiliados para usarlos como carne de cañón para su propio beneficio, creando crisis que nos afectan a todos.

Otra retranca para la democracia es el incumplimiento de la Ley, que muchos invocan a su favor, pero no cumplen con sus deberes, cuando la Ley es igual para todos. A ese incumplimiento se suma la benignidad de muchos jueces, pues de otro modo no se explica que delincuentes convictos y confesos se burlen de todos, al obtener fácilmente su libertad, pese a sus crímenes.

En momentos en que a lo interno de los partidos se debaten las candidaturas con miras a las elecciones presidenciales previstas para el año próximo, los aspirantes deberían tener – como punto fundamental de su agenda- un firme propósito de cambiar el deplorable panorama que hemos descrito, con programas de gobierno creíbles y de fácil cumplimiento, pues hasta ahora esos programas son tan voluminosos y tan usados anteriormente, que carecen de la credibilidad necesaria. Casi todos los partidos, por no decir todos, han incumplido sus propias promesas, como si al llegar al Poder quedaran cegados, a tal punto que sus miembros incluso se olvidan de sus propios compañeros de luchas, sin recibirles siquiera una llamada telefónica.

Es por todo esto que en más de una oportunidad hemos planteado la necesidad de una Asamblea Constituyente, que elabore una Constitución con la participación real del pueblo, incluyéndose en ella al Referéndum y el Plebiscito, como medios de control de los gobernantes, incluso con la posibilidad de revocar su mandato en caso necesario.

Si no se atienden estas cosas tan elementales, la democracia dominicana continuará atascada, con más retrocesos que progresos, facilitándoles a muchos propagar su pernicioso sueño de “un gobierno duro”, con todo lo que eso significa para las libertades públicas en general.

Los políticos no deben ignorar que hay un pueblo vigilante, atento a sus acciones, que por más que se diga en contrario, ha avanzado y que es capaz de defender a cualquier precio las pocas conquistas que hemos obtenido, dentro de nuestro proceso democrático. No deben olvidar que ese mismo pueblo está capacitado para pasarles factura con un voto de castigo, que en todo caso sería una de las formas más suaves y decentes de demostrar que hay que respetar sus derechos.

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