La revolución de abril  fue una guerra civil

La revolución de abril  fue una guerra civil

FABIO RAFAEL FIALLO
En nuestro artículo anterior, explicábamos que, a partir del desembarco de tropas norteamericanas el 28 de abril de 1965, todas las condiciones estaban reunidas para que se librase una guerra patria en nuestro país. Argüíamos, sin embargo, después de establecer un paralelismo con la reacción de los dominicanos ante la ocupación militar norteamericana de 1916-1924, que la contienda de abril no llegó a ser percibida por el conjunto del pueblo como una guerra patria sino como una guerra civil.

Si la contienda de 1965 hubiese efectivamente sido percibida como una guerra patria, ¿acaso no se hubiera visto una ampliación y diversificación substancial del apoyo a la causa constitucionalista en el seno de la población? ¿Es que una guerra civil puede transformarse en guerra patria sin que se observe una aumentación radical de los sujetos (o actores) dispuestos a involucrarse en la noble causa? Ese aumento, explicábamos, no se produjo ante el desembarco de tropas extranjeras en el caso de la Revolución de Abril.

En contra de nuestro punto de vista se podría afirmar que habría sido imposible organizar manifestaciones pacíficas de repudio a la intervención: las tropas extranjeras o el Gobierno de Reconstrucción Nacional, o ambos a la vez, las hubieran reprimido sin miramiento alguno. Pero, ¿acaso no hubo represión durante la ocupación militar americana de 1916-1924, sin que por ello los dominicanos hubiesen desistido de expresar, por diferentes medios y en numerosas regiones y ciudades del país, su repudio a la ocupación? ¿Qué decir, además, del año 1961, cuando el pueblo dominicano se lanzó valientemente a la calle, y por doquier, al grito de “Basta ya”, desafiando la terrible maquinaria represiva del trujillismo, para reclamar la salida de los Trujillo y Balaguer?

Se podría igualmente argüir que de haberse organizado protestas nacionalistas en 1965, éstas habrían sido aplastadas inmediatamente y con crueldad. Nos encontrábamos en medio de un conflicto armado en el que cada grupo beligerante tenía mucho que perder. La represión habría adquirido proporciones trágicas en esas circunstancias.

Respuesta: no necesariamente. Todavía más que en 1961, pululaban en 1965 en el país periodistas extranjeros y personalidades de renombre internacional. Ni unos ni otros se hubieran privado de llevar al conocimiento de la opinión pública mundial, y de los foros internacionales, cualquier atropello cometido en contra de manifestaciones pacíficas. Con la presencia en nuestro suelo de tropas de Estados Unidos, el gobierno de aquel país no hubiera podido atribuir los desmanes exclusivamente a las fuerzas armadas dominicanas. El Congreso de Estados Unidos no hubiera tardado en ese caso de abrir fuego en contra de su gobierno, lo que hubiera acarreado para este último un costo político inmenso.

Tercera objeción: el temor a la represión era fundado, pues dicha represión ocurrió por desgracia muy concretamente en la realidad, dejando muertos y heridos a su paso; haber tratado de organizar en el interior del país manifestaciones pacíficas y otros actos de desobediencia civil en contra de la intervención habría sido, no solamente insensato, sino incluso suicida. El sentimiento nacionalista, la hostilidad a la intervención, no podía manifestarse por vía pacífica en el conjunto del territorio dominicano.

Respuesta: lo que se afirma en este artículo es que la represión habría sido más difícil de justificar ante la faz del mundo, y por tanto de perpetrar, si dicha represión hubiese tomado por blanco manifestaciones pacíficas o demostraciones de desobediencia civil en contra de la presencia de tropas extrajeras en nuestro país.

Voy más lejos. El Gobierno de Reconstrucción Nacional (GRN) no escondía su descontento por la forma en que los negociadores norteamericanos tendían a relegarlo a un segundo plano en las negociaciones. En vez de aplastar de manera cruenta manifestaciones antinorteamericanas, el GRN hubiera tratado de sacar provecho político de aquellas eventuales manifestaciones, haciendo creer a Estados Unidos que le convenía satisfacer los reclamos del GRN más bien que buscar una salida negociada con los constitucionalistas. Le hubiera correspondido entonces al liderazgo constitucionalista dar muestras de astucia táctica para no dejar para el GRN fuese el beneficiario de la coyuntura creada por la manifestaciones y actos de desobediencia civil en contra de la intervención.

Pero en vez de promover manifestaciones pacíficas contra la intervención, el liderazgo constitucionalista piensa en términos militares y trata de abrir focos de resistencia armada en varios puntos del interior. Dado el desequilibrio existente en la correlación de fuerzas en el plano militar, aquellos conatos de insurrección terminaron, con la rapidez de un relámpago, en un fracaso tan previsible como desmoralizador.

Supongamos, sin embargo, a pesar de todos los argumentos presentados en este artículo, que fue efectivamente el espectro de la represión lo que impidió a los dominicanos gritar masivamente y por doquier su adhesión a un movimiento constitucionalista transformado en abanderado de una guerra patria contra el invasor.

¿Cómo se explica en ese caso que tan sólo unos cuantos meses después, con las tropas extranjeras aún en el país, el día de las elecciones de 1966, en el momento de votar, cuando cada dominicano se encontró solo consigo mismo, con su conciencia, en el aislamiento hermético de una cabina electoral, pudiendo escoger la boleta de su predilección fuera de la vista de los demás, cómo se explica, repito, que en ese momento decisivo de sinceridad para con uno mismo, la mayoría de los dominicanos prefirieron a Joaquín Balaguer, el candidato apoyado sin gran disimulo por los Estados Unidos, en vez de un Juan Bosch representante de quienes habían combatido en el seno del movimiento constitucionalista? Si la lucha de este movimiento hubiera efectivamente sido percibida por los dominicanos como una guerra patria. ¿Por qué no ocurrió en 1966 lo que sucedió en circunstancias comparables en nuestro país en 1924, en Haití en 1930 (con la elección de Sténio Vincent) y en 2006 (con la de René Preval), e incluso, lo que es mucho decir, en 2005 en Irak, es decir, la derrota del candidato políticamente más cercano a las tropas de ocupación?.

En resumen; contrariamente a lo que ocurrió en 1916-1924, la contienda de 1965 no fue percibida como una guerra patria por el conjunto o la mayoría de la población.

Y es que para inspirar y dirigir una guerra patria, no basta con saber tirar balas y trepar muros, y menos aún con trazar a control remoto, a golpe de llamadas telefónicas, las orientaciones a seguir. Se necesita imprescindiblemente, además de batirse al lado de los suyos en el campo del dios Marte, ser capaz de movilizar en torno a objetivos que aglutinen en el máximo de las fuerzas de un país. Como veremos en el próximo artículo, lo que faltó en esos momentos críticos no fue el sentimiento patriótico y nacionalista del pueblo dominicano, sino una estrategia que permitiese a la Revolución de Abril superar la percepción de guerra civil y convertirse, como hubiera podido y debido hacerlo, en una guerra patria de verdad.

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