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Dedicado a la Dra. Ligia A. Melo y al Lic. Carlos Amarante Baret
En nuestro país, recientemente, fue firmado el “Pacto por la Educación de Calidad” garantizando el 4% del PIB como inversión a este sector, también promete la modernización de la educación, que conlleva la actualización de los contenidos y equipamientos adecuados de las escuelas, lo que constituye un gran paso para enfrentar parte de los desafíos convencionales de la educación formal.
Presentando, como un modesto aporte, a este gran esfuerzo, nuestra apreciación acerca de los efectos que está teniendo la revolución digital en la educación formal. ¿Ha habido una ruptura del equilibrio entre el mercado de trabajo y la educación formal?
La Revolución Tecnológica no ha añejado a la educación formal, pero sí la ha convertido en un instrumento que no está logrando el equilibrio entre lo que el mercado demanda, laboralmente hablando, y lo que ella ofrece. Al andar de los meses, esa realidad se acelera de una manera dramática. Un ejemplo clásico de esta situación es que entre los jóvenes universitarios norteamericanos hay un 12.1% de desempleo. Sin contar la existencia de un porcentaje alto de empleos temporales, lo que no ocurría antes. Y paralelamente hay cuatro millones de plazas que no están cubiertas porque demandan un nivel de conocimiento técnico que la educación formal no está preparada para ofrecerlo. Lo mismo está ocurriendo, prácticamente, en todos los países del mundo, sean desarrollados o en vía de desarrollo, incluso en China.
La tecnología está transformando la educación a un ritmo más veloz de lo esperado y el problema más grande es la resistencia habitual a cambiar el status quo. Y es que llevar el avance tecnológico a una planificación de clases constituye un verdadero reto. Para restaurar el equilibrio perdido entre la educación formal y la demanda del mercado de trabajo no solo basta observar la clase proyectada en la pizarra sino que, el estudiante, necesita interactuar con el tema, aplicarlo, tenerlo en su correo y estudiarlo de manera interactiva de modo que se agoten todas las formas posibles de explotar el tópico.
Singapur tiene uno de los mejores sistemas educacionales del mundo. Sus adiestramientos a profesores no tienen nada que envidiarle al de otros países. Incrementando el uso de dispositivos digitales en las escuelas, las cuáles tienen algunas aulas’ virtuales.
En este siglo, los gobiernos y las empresas tienen sus propios centros de formación: las incubadoras (existen unas 400 solo en Estados Unidos). En ellas el individuo se prepara en un ambiente cien por ciento apto para el aprendizaje. El valor del título universitario es importante pero no suficiente ya que los dramáticos cambios, de modo permanente, que están ocurriendo en la sociedad actual, exige una sólida capacidad para que el joven se adapte a estos cambios. Para esto se necesita que, además de la teoría, se fortalezca la práctica y sobre todo, aprender a utilizar la lógica y el razonamiento crítico.
Es, precisamente, por esto que no hace tiempo se están desarrollando semejantes alternativas para disponer exitosamente de las conquistas digitales en la enseñanza actual. La educación disciplina, forma, moldea; pero hay que tener cuidado de que, quedándose atrás en temas tan esenciales, retrase el aprendizaje y, en lugar de ayudar, corte las oportunidades de crecer. En cierto modo, aunque con menor fuerza, lo mismo está ocurriendo a los graduandos universitarios, en adición, virtualmente, no hacen ningún tipo de investigación, que es un paso fundamental para lograr la creatividad.
En estos trabajos se tratarán temas de gran relevancia en el desarrollo de la educación, entre ellos: el aprendizaje semipresencial, los cursos masivos en línea y el aprendizaje electrónico móvil, proyectos que han sido de gran ayuda en los ámbitos internacionales, por ejemplo Alemania, para conseguir aprendizaje de calidad entre sus alumnos.
Terminamos con las palabras de Benjamín Franklin, “Dime y lo olvido, enséñame y lo recuerdo, involúcrame y lo aprendo”.
Investigadora Asociada: Andrea Taveras Pichardo.