La revolución verde

La revolución verde

Si hay algo que en verdad distingue a un líder global es  precisamente su capacidad de transformar la sociedad, de impulsar reformas estructurales, de transmitir confianza y seguridad a través de su inequívoca apuesta por el cambio, situándose al frente del sistema y proponiendo nuevos modelos y renovados principios, sin importarle las dificultades que tenga que superar o los poderes fácticos que deba someter o la corrupción que tenga que erradicar.

Se trata de personas que se han atrevido a formular ideas sin importarles el pensamiento único; que apuestan por la innovación y la tecnología al servicio de la sociedad y del ser humano, no de las finanzas y del capital, porque no entienden que economía y sostenibilidad sean términos contrapuestos ni alimentan la paradoja de que hay que crecer aun a costa de los recursos y riquezas naturales.

Esa gente suele estar bien informada y se rodea de los mejores para adoptar las decisiones idóneas en cada momento y aportar soluciones útiles a problemas sin resolver y respuestas eficaces a preguntas cruciales.

 Su gestión se mide por los resultados y el éxito se calibra en niveles de conciencia y dignidad, de coherencia y bienestar. Son capaces de evaluar a los demás basándose en sus actos y respetan sus opiniones aunque no las compartan. Estos líderes de la sostenibilidad y el equilibrio son realistas y leales, piden lo imposible porque creen que otro mundo es posible.

Por el cambio.  A lo mejor, como afirmó medio en serio medio en broma Al Gore cuando se lo presentaron, Juan Verde estaba predestinado por su apellido a impulsar una revolución.

Creo en la fuerza del destino pero, por encima de cualquier consideración, creo en el poder del hombre libre y de las ideas.

 Solo a través de ellas se delimita el camino a seguir, se optimizan recursos, acciones y energías para lograr objetivos.

Nadie hasta que estalló la crisis había pensado nunca antes en conceder derechos a la naturaleza o en pagar para preservar y ajustar para no esquilmar. Esta revolución verde requiere de mucho valor y fortaleza moral. Ética y estética y responsabilidad.

Libre voluntad.  Me niego a creer que los ciudadanos hayan dado la espalda a la política y renunciado a su soberanía. La voluntad popular se manifiesta día a día y las opiniones circulan en la red social a velocidad de vértigo, hasta conseguir una representación suficiente como para penalizar en las urnas las conductas irresponsables.

 Juan Verde aporta el talante, la palabra y la imaginación. Como él, creo que el debate hoy no está en la dirección que debemos tomar, el rumbo a seguir. Al fin hemos comprendido que el cambio es necesario y que otro mundo es seguro.

Planeta a salvar

Sostiene Juan Verde, el español que más alto ha llegado en la Casa Blanca, que estamos ante una oportunidad histórica y que el cambio es ya irreversible porque sin planeta no hay economía. El mundo quiere que seamos más verdes y sostenibles, aquí radican las claves para la inversión y el desarrollo en el tercer milenio. El mercado no será de quien especule o malgaste sino de quien recicle y sea capaz de producir renovables y productos verdes a menor precio. El equilibrio medioambiental y la sostenibilidad requieren de la innovación y el talento en un mundo que no puede basarse ya en la estrategia del petróleo. Es preciso  identificar  qué sectores son los que generarán riqueza y empleo en los próximos años, no solo para salir de la crisis, quizás la prioridad más acuciante, sino para garantizar el crecimiento, el progreso y   futuro. La pregunta no es qué dirección  tomar sino a qué velocidad e intensidad debe producirse la revolución verde.

Publicaciones Relacionadas