El universo que nos rodea aporta riquísimas experiencias sensoriales a nuestros cuerpos y mentes. Vivimos rodeados de variados tipos de ondas que generan en el organismo múltiples reacciones: térmicas, visuales, eléctricas, magnéticas, sonoras. Estas últimas son producidas por medio de fenómenos vibratorios que, al propagarse longitudinal y organizadamente a través del aire, generan en el oído la sensación que conocemos como sonido. En cambio, cuando se propagan con desorganizada imprecisión, son las que llamamos ruidos y generan un turbulento caos en el cuerpo, la mente y la psiquis de los seres humanos.
En un artículo escrito por la educadora musical, Catana Pérez de Cuello y publicado en la revista Creciendo en Familia, una reciente publicación dirigida a la familia, explica que todo vibra en el universo, aún la roca más sólida que podemos imaginar, y todo lo que vibra suena, seamos o no capaces de percibirlo. Nuestros oídos siempre escuchan, aunque estemos durmiendo o anestesiados. Por tal razón, es imprescindible que nos rodeemos de un hábitat sonoro agradablemente, suave y ordenado.
Durante siglos la música ha sido percibida sólo como un arte por la civilización occidental. Sin embargo, la música, y con ella el sonido, no sólo aporta estética y belleza, es también un lenguaje que transmite la más infinita gama de emociones. Es una ciencia con sus reglas precisas y es, además, un poderoso motor capaz de producir beneficios extraordinarios para el ser humano. Las antiguas civilizaciones conocían, respetaban y utilizaban con sabiduría los poderes terapéuticos del sonido y la música; el mundo occidental los está redescubriendo y valorando poco a poco. La buena música tiene un inmenso poder sobre nosotros: rememora momentos importantes, hace evocar a los seres queridos, convoca los más variados estados de ánimo, incita a diferentes acciones, alienta, consuela, estimula, acompaña; puede ayudar a cerrar heridas emocionales, colabora con la creatividad, con la concentración y contribuye con la curación de males físicos. Es además un estandarte natural de paz, de gozo interior, y su buen uso nos puede ayudar a obtener una mejor calidad.
De igual manera y en sentido diametralmente opuesto, el ruido constante y el volumen permanentemente fuerte agobian, estresan, agotan, desesperan y pueden llegar a enfermar a cualquiera ya sea niños, jóvenes o adultos, porque oímos no sólo con los oídos, sino con toda la piel, oímos con cada poro de nuestro cuerpo. La mujer que se prepara para la maternidad debería leer, investigar y enterarse a fondo de lo provechoso que puede resultar escuchar música para ella y el bebé.
Beneficios
Existen revistas que han publicado resultados más que halagadores sobre el uso de sonoridades y música adecuada en hospitales: la programación de períodos de audición de buena música, ya sea tradicional o del género clásico, contribuye a reducir la estancia de bebés prematuros en dichos centros, estabiliza el horario alimenticio, ayuda con un sueño reparador y alivia el estrés de los recién nacidos.