Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Santiago 1:5.
La sabiduría es la habilidad o destreza de aplicar los conocimientos, hechos o informaciones a la vida practica. Pero la sabiduría de lo alto es aquella que proviene de Dios, que nos permite establecer una relación de armonía con Dios y con el prójimo.
Se trata de cómo poner en práctica o por obra la palabra de Dios en nuestra vida familiar, matrimonial, en la congregación, trabajo, empresas, vecinos, partidos políticos, deporte, la sociedad, en las calles, en fin, de todo lugar o circunstancia de la vida.
Muchas veces, nos afanamos y preocupamos por obtener determinada profesión, carrera, puesto o posición, o cierta especialidad, para tener destreza o habilidad en un determinado oficio; pero eso no garantiza una vida de gozo, paz y justicia en el Espíritu; no nos permite alcanzar el reino de Dios, que es una dádiva de Dios. Al igual que su reino, Dios nos da la sabiduría, como un regalo, sin pago o precio alguno, y sin reproche, cuando lo pedimos con fe. (Santiago 1:6).
Una carrera universitaria, un contrato millonario en las grandes ligas, la invención del mejor invento científico o la más novedosa de las tecnologías, podrán otorgarnos prestigio, reputación, dinero, fama y hasta poder; (porque hay quienes afirman que en el conocimiento hay poder) pero la verdad es que la sabiduría y el verdadero poder proviene de usar la palabra de Dios para tener gozo aun en medio de las dificultades o las pruebas, sea alguna enfermedad, dificultad o problema.
La sabiduría va vinculada a como tener una relación positiva y en gozo con Dios y con los demás, sobre todo en medio de las pruebas, es desarrollar la paz en el Señor Jesucristo y como tener madurez espiritual y en el carácter, por medio de la paciencia, que nos hace perfectos o cabales, sin que nos falte cosa alguna. (Santiago 1:2-4)
Para vivir en una vida de gozo, fe y paciencia aun en las pruebas y las dificultades, requerimos de sabiduría, pero no la terrenal, en donde hay celo, contiendas y perturbación, diabólica y toda obra perversa, propia de corazones no regenerados, instigada por Satanás; sino que necesitamos la sabiduría de lo alto, que proviene de Dios, que es pura, pacífica, amable, benigna, llena de misericordia, de buenos frutos, que se manifiesta su obra en buena conducta en sabia mansedumbre, sin incertidumbre, ni hipocresía. (Santiago 3:13-17).