Ciudad de México. Sus seguidores la conocen como La Santa Muerte, Niña Blanca, La Flaca o simplemente Hermana y es una respuesta transformadora a sus oraciones.
Para el Vaticano, sin embargo, es una figura incómoda que atrae e los fieles descarriados.
La Iglesia católica rechaza a La Santa Muerte, un esqueleto femenino vestido de negro y que porta una guadaña, alegando que sus fieles son narcotraficantes u otros delincuentes que piden favores mientras practican rituales satánicos.
Cuando el papa Francisco visitó México el año pasado expresó su preocupación por aquellos que «alaban las ilusiones y abrazan sus macabros símbolos para comercializar la muerte a cambio de dinero».
Pero Juan Carlos Ávila Mercado, que dice ser un sacerdote católico aunque no aparece en el listado de curas de la diócesis y oficia misas cada domingo en la iglesia de la Misericordia, cerca del conocido vecindario de Tepito, en la Ciudad de México, señala que cada vez tiene más devotos.
En Tepito, un barrio conocido por su mercado negro, algunos seguidores llegan a visitar el altar de La Santa Muerte caminando de rodillas.
Tras pedirle un favor, las ofrendas se comparten entre sus seguidores: tacos, pasteles, manzanas, refrescos y amuletos pasan de mano en mano. El alcohol se rocía y se arroja humo de cigarrillo repetidamente sobre la imagen.
Las caras de sus seguidores muestran fe y solidaridad.