Para algunos, por suerte una minoría, pareciera, tanto por lo que dicen como por lo que escriben, que la República Popular China es la expresión de todo lo negativo en las relaciones mundiales. El que se deje llevar por los que parecen vivir el “síndrome chino” podría concluir que ese gigante más que desatar las fuerzas productivas y científicas para catapultar su economía hacia la cima del mundo ha soltado todos los demonios “lanza fuegos” de los que se debe huir y esconder. No nos engañemos ni pretendan engañarnos. Es verdad que se ha desatado un enfrentamiento por mercados, influencias y dominios de parte de grandes potencias. Una cosa es ese enfrentamiento, que no nos debiera tocar como país – o países en el contexto regional – y una muy distinta es la preocupación legítima por que las relaciones más o menos intensas con un nuevo actor mundial de enorme y creciente fuerza se encaucen por la senda del interés y conveniencia nacional. Tenemos relaciones y socios históricos que es nuestra responsabilidad cultivar, profundizar y desarrollar, velando igualmente por que se inserten en nuestros objetivos propios. Ni tenemos que marginar y descuidar nuestros vínculos históricos – EEUU – ni cohibirnos de incentivar nuevas relaciones con nuevos actores –China- que pueden contribuir a nuestras metas. Si en uno y otro caso cometemos errores la responsabilidad es nuestra. Uno u otro asociado pudieran pretender acciones que no se inserten en nuestra conveniencia y ante ello, si se diese, es nuestra obligación encontrar la suficiente valentía y gallardía para decir no. Ahora debiera ser más fácil al interactuar no solo con un coloso.
“Demonizar” a China por temor a que EEUU puedan venir a menos en nuestras relaciones o se sienta ofendido por que estrechemos vínculos con un competidor, deben entender que Washington siempre, al menos desde nuestra óptica y conveniencia, habrá de ser un socio estratégico, pero también deben inculcarse la nueva realidad geopolítica del mundo en que vivimos y seguiremos viviendo, si a alguien no le da por destruirlo. Hay un nuevo actor protagónico, y surgirán otros, y el desafío que tenemos es saber desarrollar las relaciones más positivas posibles y objetivas.
Quizás los que satanizan todo lo que se refiere a las interacciones con China, no se percaten – o quizás sí –, de que la constante referencia a “leyendas” y a “cuentos chinos” que no tienen nada que ver con China, dañan las potencialidades de las relaciones con ese país. Si se diese crédito a todo lo que se divulga sobre las “barbaridades y horrores” que conllevan las relaciones con China significaría una subestimación de la generalidad del liderazgo latinoamericano – para no hablar del de Europa, Asia y África -, o que ha sido “zombisado” por algún brebaje chino. Beijing es hoy el principal socio económico comercial de la región. En 2018 el intercambio comercial rebasó los 300 mil millones, las inversiones y financiamientos siguieron fluyendo superando a otras fuentes. Dejemos de lado la imaginación para nuevos cuentos chinos -caribeños y seamos capaces de diseñar iniciativas propias y convenientes para el país.