Francisco de Goya fue uno de los padres de la pintura moderna gracias a que dedicó sus últimas obras a interpretar la realidad con sátira, amargura y crítica, y no solo en busca de belleza como el arte anterior, y Dalí dio un giro más, en el surrealismo, en busca de la visión onírica de la realidad.
La comparación entre ambos puede verse durante este mes en Logroño en una muestra inédita que ha logrado reunir varios de los «Caprichos» que pintó Goya a finales del siglo XVIII, con su visión más descarnada de la realidad, con los «caprichos» que luego creó Dalí para reinterpretar la obra del aragonés.