La sazón de Ramón Lombardero y su restaurante Vizcaya

La  sazón de Ramón Lombardero y su restaurante Vizcaya

En los días navideños hice una breve pausa en mis responsabilidades habituales para dispensar un efusivo saludo al viejo amigo Ramón Lombardero, propietario del legendario restaurante Vizcaya, de la calle San Martín esquina Doctor Delgado.
Don Ramón es un hombre ejemplar, humilde, sencillo, laborioso, condiciones indiscutibles que comparte la generalidad de cuantos le conocemos.
Este caballero, español de nacimiento y dominicano de corazón, se inició como mesero en 1955, cuando el restaurante abrió sus puertas. Su propietaria original fue María Paliza, quien siete años después, en 1962, lo traspasó a Lombardero con todos los muebles y enseres.
En aquel tiempo la puerta principal del establecimiento estaba exactamente en la esquina de las dos calles citadas, y una segunda entrada daba a la San Martín, frente a la calle María de Toledo. En el ala izquierda estaba una antigua vellonera Wurlitzer, donde Alfredo, el antiguo dueño de la tienda La Gran Vía y hoy de la tienda El Canal, de la avenida Luperón disfrutaba las tonalidades de la música española.
Cuando Ramón adquirió el Vizcaya, la carta de servicios tenía apenas ocho platos, y hoy tiene más de 200 (con dulzura y sabrosura todos), entre los que destacan los caldos y la torta española.
La calidad y la sazón del Vizcaya están presentes en el famoso chivo a la pastora, el tradicional cocido de garbanzo, el caldo gallego, sin poder ignorar el exquisito bacalao a la Vizcaya, cuya calidad y excelencia cautiva a los comensales. Y ni hablar del emblemático pan con ajo, zarandeado con aceite verde que sirven de entrada.
Origen. Lombardero, su esposa doña Belkis, y sus dos hijitos Iberia y Ramoncito, vivían en un local habilitado en los altos del restaurante. En sus primeros años en el país, don Ramón regenteó una pensión ubicada en la Av. 27 de Febrero, próximo a la calle Ortega y Gasset, en los alrededores de Musicarro. Contó, entre sus primeros clientes, con don Julio Fedarrás y do ña Iberia Palmas, fundadores del renombrado restaurante gourmet “Mesón Iberia”, del sector Mirador Norte, que hoy administra Julio César Fedarrás, hijo de la pareja fallecida, quien con orgullo y emoción me habló sobre los estrechos lazos de amistad que existieron entre sus padres y Lombardero.
Precisamente, por la cercanía con el lugar donde vivo, calle Miguel Ángel Monclús (a 54 pasos del mesón, si estoy sobrio, y a 120 pasos medio contento), soy uno de los “habitúes”, junto a los doctores Néstor Díaz y Mesa Beltré, a Bolívar Bello Belliard, Manuel Fermín, Alexis Payano, Luis Antigua, Samuel Beato, Quico Mateo, Julio Báez y su esposa Lourdes; el doctor Ito Ramírez, Iván Robiú, Lucas Castillo Peña, el general Zorrilla Ozuna, Jochi de Jesús, los doctores Socías (Papito y Arturito), Homero González, Carlos Vásquez y otros, que recibimos las finas atenciones de los siempre atentos “asistentes” Soraya, Elido, Isidoro, Vargas, El Chino (Marino), Máximo, Héctor, Álvaro, Miguel, Lorenzo, Meta. Este periodista comenzó a visitar el Vizcaya a principios de los 70, instruido por el periodista fallecido César Cruz Mordán.
En la ocasión, el plantel de contertulios del restaurante eran, entre otros, el director del periódico “El Nacional”, Freddy Gatón Arce y el subdirector (en esa época) Radhamés Gómez Pepín, Radhamés Sepúlveda (Pildorín), Tony Curiel, Diógenes Román (La Pegada), Juan Luis Curiel, el Sheriff Marcos, Casimiro Castro, Enriquito Curiel, Tony Imbert, el ingeniero Gay, Francisco Álvarez Castellanos, el doctor Rocha, los periodistas José Romero Rojas, Julián Cabrera, Estrella Veloz, Augusto Obando y Melvin Matthew, que todavía es un habitúe.
Altagracia, una joven liniera, procedente de Villa Elisa, era la figura estelar del restaurante. Atenta y eficiente, tenía una tónica diferente a los demás empleados de su categoría: siempre estaba contenta, discutiendo a profundidad aspectos sobre el béisbol local y las Grandes Ligas.
Teófilo Barreiro, el doctor Toñito Zaglul, Manolito Mora Serrano y el abogado puertoplateño Víctor Almonte Jiménez eran ya “socios estratégicos” de don Ramón. Y semanas después de asumir la Presidencia de la República, en 1982, el doctor Salvador Jorge Blanco, y su esposa, doña Asela, almorzaron en el Vizcaya. Les acompañó el periodista Ramón Urbáez, hermano de “El Roedor” Aristófanes Urbáez, ya fallecido.
Las tertulias del Vizcaya. Eran frecuentes las ocurrencias y las espectacularidades entre sus parroquianos. Recuerdo a lLa cubana doña Sarah, esposa de Cruz Mordán, por los paseos nocturnos de su compañero, y con el propósito de mantenerlo ubicado (hoy GPS) y cerciorarse del grado alcohólico de su consorte, compró un loro que en tiempo récord aprendió a hablar.
Sin embargo, César andaba con el ave en el hombro, y cuando llegaba a su vivienda, en el condominio Santurce, de la Av. Independencia, el ave decía: “Sarah… llegó César y está borracho”. La existencia del papagayo fue de apenas horas.
Otro hecho insólito, que reveló la tolerancia y la paciencia de Lombardero, ocurrió una madrugada de diciembre. Sus protagonistas fueron los periodistas fallecidos Augusto Obando y César Medina, quienes mantuvieron al dueño del negocio de pie, hasta las dos y media de la madrugada.
Don Ramón y el mesero Danilo contemplaban pacientemente a los dos “clientes”, a quienes imploraban que se fueran, que estaba amaneciendo. Como los comunicadores no obtemperaban a la petición que se les hacía, Lombardero, con su proverbial serenidad, les dijo a los periodistas: “Miren… estas son las llaves del restaurante, cuando decidan irse cierren la puerta y me las dejan detrás del zafacón”.
Como nota curiosa debo relatar que Lombardero y su equipo mantienen una relación de clientes fallecidos, y por error incluyeron mi nombre en la fatídica lista.
La clientela del Vizcaya, a todo lo largo de su historia, se transmite de generación en generación: primero fueron los abuelos, luego los padres y ahora lo disfrutan los nietos. Ramón Lombardero, su esposa doña Belkis, sus hijos y nietos tienen un espacio de alta reputación en la historia de la comida criolla, la española y los platos internacionales. ¡Que sirva este comentario como un justo reconocimiento a estos ciudadanos ejemplares!

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