La Segunda Bienal de Arte
Contemporáneo de Moscú

La Segunda Bienal de Arte<BR>Contemporáneo de Moscú

Esta bienal marca el ingreso definitivo, decisivo, irreversible, de una nueva imagen y expresión de avanzada en las artes visuales rusas, aunque sea todavía para une élite intelectual. Manifestación inmensa en una megápolis de 12 millones de habitantes, se ha desplegado en 50 lugares distintos entre museos, galerías, centros culturales y locales informales

POR MARIANNE DE TOLENTINO
En el 2007 Moscú celebra su Bienal de Arte Contemporáneo, puntualmente dos años después de la primera. «Tenemos galerías, curadores, fondos y una bienal que debe tener lugar cada dos años», expresa un miembro del grupo artístico Narices Azules, que por cierto participa con una comentada obra crítica.

La situación ha cambiado radicalmente tres décadas después de que patanas oficiales habían destruido, en el 1974, una exposición de no conformistas y que los artistas contemporáneos perseguidos debían esconder sus producciones de ruptura, vetadas de exhibiciones públicas. La impresión, ante esta bienal y su despliegue es que ahora todo se permite y hasta se  estimula a nivel estatal, con perspectivas alentadoras.

Este cambio sorprende enormemente a muchos observadores del exterior, quienes no dejan de ver el arte ruso como dominado por el «realismo soviético» a pesar de la evolución política y de la sustitución del comunismo por un capitalismo sin compasión. ¿Se trata de un  error grave de apreciación y realmente los viejos cánones ya no tienen curso?

Una situación compleja

De hecho, fuera de esta época privilegiada de la Bienal de Arte Contemporáneo, no dejan de perdurar los valores estéticos conservadores, y tanto numerosas galerías como el público en general permanecen fieles a los paisajes, a la naturaleza muerta, las escenas de la vida cotidiana, donde en pintura  y aun en escultura una figuración escrupulosa aplica los principios de la academia tradicional. Y muchos son los coleccionistas de ese arte, etiquetado todavía como el arte ruso, cuyo «histórico» período estaliniano probablemente cobre gran valor en las subastas.

Por cierto los coleccionistas forman parte de una nueva clase con mucho dinero y que gastan sumas enormes en la decoración y obras decorativas. Sin embargo,  existe un mercado del verdadero arte creciente, ya que el coleccionismo se está convirtiendo en una moda, acorde con la globalización que abarca obviamente todas las propuestas comerciales.

Los curadores de la bienal, a quienes tuvimos la oportunidad de escuchar, saludan la acción del Ministerio de la Cultura, la política de apertura y el aporte de tres a cuatro millones de euros para el evento.  Es hoy un medio de propaganda oficial que quiere demostrar así la liberalización en todos los órdenes y el fin de una sociedad ideológica. Desde la primera edición, hubo becas y subsidios para la participación, aunque no hay premios en la bienal rusa. Se considera allá que el premio es la selección, un aspecto fundamental que se debe destacar.

No obstante, esos mismos comisarios -que hablan como José Bechstein, primer curador, figura clave y poderosa de la II Bienal-, de un «proyecto patriótico», reconocen  que en materia de arte la educación es pobre, que se necesita una mayor audiencia permanente, y, además de la consolidación del nuevo arte, su internacionalización. Todavía – y lo externan especialmente los curadores jóvenes- hay la imperiosa necesidad de ganar confianza entre la gente, aparte de que la difusión se dificulta por el tamaño de la ciudad  y el país.

La bienal en la ciudad

Durando sólo un buen mes, La II Bienal de Arte Contemporáneo de Moscú, que adrede se celebra en el invierno -estación no turística- ocupa un área de 10,000 metros cuadrados y se extiende en toda el área urbana, con una mayor concentración en el centro pero incluso en plazas situadas en las orillas externas de la ciudad.

Ocupa 25 locales -fundaciones, museos, centros formales e informales- registrados oficialmente, aparte de uno 25 espacios alternativos, que podríamos considerar un programa paralelo, aunque no percibimos diferencias en su grado de contemporaneidad.

La afluencia es enorme, en prácticamente todos los lugares de exposición, teniendo en cuenta de que eran los días inaugurales -1, 2, 3 de marzo-, con un público compuesto en su mayoría de jóvenes. Se camina incansablemente de una exposición a otra -los rusos suelen caminar mucho-, pero los invitados especiales teníamos autobuses… a veces caprichosos en su horario y estacionamiento para los lugares más lejanos. Deben elogiarse la labor formidable de organización y las atenciones del presidente de la Asociación Rusa de Críticos de Arte, Andrés Tolstoi.

Sí la visita empieza por el Museo de la Literatura, se tiene una impresión muy tradicional de la bienal, con la interpretación pictórica, gráfica y escultórica, de obras literarias, la recreación de obras maestras de la pintura universal  y un predominio del pop-art. El compromiso ideológico, con críticas al presente y el pasado es omnipresente, con un humor leve o feroz, materiales pobres y muchos pequeños formatos. Nos explicamos esa sensación de «déjà vu» por el renacimiento tan reciente de un arte actual y audaz.

Sin embargo, la opinión cambió al compás de las visitas y las muestras tanto personales como colectivas. Si suelen escasear las pinturas -excepto en proyectos especiales- abundan los multimedias, las fotografías y los videos – incontables y excelentes -solos o integrados en otras categorías-. Hay por supuesto una mayoría de participantes rusos, pero una abundante representación internacional incluye a importantes creadores extranjeros. A la bienal, y es un reproche que externan los jóvenes, le encantan las celebridades

Las exposiciones suelen ser extensas, aunque puede se exposición, en un local, una sola pieza…así una Rolls-Roice, en perpetua rotación y cubierta de clavos-. Así el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Contemporáneo, la Casa Central de los Artistas, la Galería Tretiakov , que es gubernamental- multiplican los pisos de exposición. Un detalle simpático la residencia del embajador de la Unión Europea, que además hospedó una noche de performances, ofreció una bellísima muestra de pinturas, autores rusos todos.

Lugares de excepción

Ahora bien, debemos subrayar los lugares-faros, contundentes por su naturaleza, contenido y situación, acorde con una ubicación simbólica de los nuevos tiempos rusos y posiblemente intencional, empezando por una antigua fábrica de vinos «Winzavod», transformada en plaza de arte contemporáneo con nueve individuales – la primera se llamaba «Somos vuestro futuro»!- y propiedad de un gran coleccionista.

Deslumbrante resultaron ser los vastos espacios -dos pisos- dedicados a la bienal por la lujosa tienda -artículos europeos exclusivos de creadores de moda- «Tsun». La riqueza de admirables videos, proyectados en una, dos, tres pantallas, a veces gigantes, destacaba la perfección, la fuerza, el mensaje de las imágenes. Arduo era abrirse camino en una multitud de curiosos, amigos, modelos y «beautiful people», finalmente parte viva de la bienal.

No obstante, el sitial impresionantísimo era la Torre de la Federación, futura meca de los negocios, todavía en construcción, que albergaba tres plantas de exposición entre el 18 y el 21 pisos, entre cemento y varillas. La curaduría era del francés Nicolas Bourriaud, ex-codirector del Palais de Tokyo, con 14 artistas  del mundo entero. Lo mejor es que para acceder a esas mecetas, hay que ponerse un casco y subir en el montacarga externo de la construcción, hasta unos 100 metros de altura. ¡La noche inaugural, el 1 de marzo, hubo que esperar más de hora y media por un frío de menos ocho grados y en  la nieve ¡ Pero todo se aguanta… por el arte!

Lamentamos escribir una simple introducción… a la II Bienal de Arte Contemporáneo de Moscú, que requiere páginas de comentarios y una estadía de una semana para verlo todo -¡nos quedamos tres días!-…

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