La seguridad pública

La seguridad pública

El incremento de la delincuencia y la criminalidad cada día preocupa más a la ciudadanía, que contempla impotente cómo zonas y lugares que se consideraban “seguros”, sucumben frente a la agresividad y osadía de los delincuentes, y cuando se comprueba que quienes tienen en sus manos mantener el orden y protegernos aparecen  involucrados  frecuentemente en todo tipo de delitos, la preocupación crece.

La situación antes descrita se complica, ya que el narcotráfico parece haber echado raíces en el país, con su correspondiente secuela de ajustes de cuenta, compra de conciencias, sobornos y corrupción.  Explicar el porqué la delincuencia, la criminalidad, y la violencia han adquirido la categoría de epidemia, no resulta fácil; existen motivos socialmente incómodos, tales como la marginación, el hacinamiento, la inequidad y la desigualdad, que influyen seriamente en este fenómeno.

En Colombia, un país con una triste historia de violencia, existen interesantes ejemplos que pueden servir de modelo para manejar este complicado tema.

Uno de ellos es el caso de Medellín, considerada en una época como una de las ciudades más violentas y peligrosas del planeta, con una tasa de asesinatos de 380 por cada 100,000 habitantes, ha experimentado un cambio tan positivo que es objeto de más de un estudio.

Este cambio se ha logrado, entre otras cosas, utilizando el arte y la cultura como vehículo e integrando los barrios marginados a la ciudad.

Se han construido varios parques-bibliotecas y centros de arte en los barrios más peligrosos de Medellín: en esos lugares hay servicios de internet, préstamos de libros, enseñanza de música y dirección de orquestas, etc. Actuando además como punto de encuentro y espacio público de las comunidades.

En un lapso de tiempo relativamente corto  la tasa de asesinatos descendió a 70 por cada 100,000 habitantes, sintiéndose todos más seguros.

En los barrios marginados del gran Santo Domingo y Santiago, nuestras dos grandes concentraciones urbanas, no existe ninguna instalación como la descrita, en donde sus habitantes puedan sanamente recrearse.  Además del hacinamiento y la insalubridad, se sufre de largas horas  sin energía eléctrica,  lo que obliga a los que allí viven a salir a las calles en busca de una paz y una tranquilidad que en estos momentos no encuentran por el acoso de los delincuentes.

Teniendo en cuenta la complejidad y magnitud de este problema, su solución requiere una combinación de políticas, que necesariamente tiene que comenzar con ofrecer una educación pública de calidad, que contribuya a mejorar las oportunidades futuras de los jóvenes,  con dotarnos de una fuerza policial, bien escogida, bien entrenada y bien pagada, que  verdaderamente proteja y defienda a la ciudadanía, y finalizando con tener un sistema judicial que actúe rápida y justamente sin ningún tipo de excepciones.

El crimen, la violencia y la inseguridad impactan negativamente todos los sectores de la sociedad, afectan el clima de inversión y debilitan la legitimidad de las instituciones públicas.

Esto no se arregla  encerrándose entre rejas, y protegiéndonos con alarmas y vigilantes. Es con acciones concretas en que nos involucremos  todos, cómo podemos  recuperar lo que hemos perdido.

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