La sensible epidermis de los peledeístas

La sensible epidermis de los peledeístas

Desde el momento que se creyeron los mejores dominicanos de la bolita del mundo, y que eran los más indicados para gobernarnos, el engreimiento hizo presa del ego de los peledeístas. Ellos se irritan si se les critica y ripostan con una artillería pesada cualquier crítica hasta llegar aquella famosa sentencia de que el dominicano no sabía conceptualizar.
A raíz del impacto de las palabras de los sacerdotes, encargados del Sermón de las Siete Palabras del pasado 19, la repuesta oficial no se hizo esperar y llegó más rápido que tarde. Ahora sacaron a relucir sumarios de encuestas y estudios foráneos de como la fe católica ha ido disminuyendo en un mundo más secular y menos creyente y sin temor del castigo divino. El mundo católico latino estaba adherido a la espera del castigo divino mientras el mundo sajón, que también era cristiano, no ponía su fe a esperar la mano divina de Dios.
Y tales cosas no ocurrían con el paso de los siglos en donde la inteligencia, capacidad y constancia de los humanos eran los que elevaban sus sociedades por encima del oscurantismo y del atraso. El pasado viernes, el gobierno pretendió enfatizar que las palabras de los sacerdotes católicos no tenían impacto y el destino de sus reflexiones era para ir al basurero. Gran equivocación del oficialismo gobernante, que por su sensible mentalidad, pretendieron enfatizar que las palabras de los sacerdotes del viernes santo no tienen poder de convencimiento como ocurría en el pasado.
En aquellas ocasiones de las décadas pasadas, las palabras de los sacerdotes, eran guía para la conducta de los fieles y de rectificación para los gobernantes. Era una etapa del siglo XX y anteriores que las feligresías creían en sus pastores. Se esperaba mucho de ellos cuando surgían situaciones calamitosas en los países obedientes al catolicismo clásico para fortalecer los espíritus. Y así ocurrió en el país en enero de 1960 cuando las cárceles se llenaron de centenares de jóvenes que demostraron su repudio a la dictadura. La encíclica de la ocasión, en la víspera del día de la Altagracia, fue impactante y estremeció los cimientos de la fe y la sumisión reinante en la población. Sacudió de mala manera a la dictadura que arreció su represión y las cárceles no alcanzaban para retener a centenares de jóvenes que ya vivían una apertura prevista después de lo ocurrido en Cuba a partir de enero de 1959.
La encíclica de enero de 1960 fue moderada, muy distinta al fuego y advertencias de los predicadores del sermón de las siete palabras del pasado viernes. Con razón hubo esa rápida reacción desde el Palacio Nacional pretendiendo insinuar que ya el catolicismo no tiene la fuerza de antaño puesto que va perdiendo adeptos a la carrera en todo el mundo. Y era para afirmar que ya las palabras de los curas no impactaban para que se tomaran acciones por parte de la feligresía. Por tanto el gobierno no tenía por qué hacerle caso.
Al sermón del pasado viernes es pertinente añadirle las tronantes palabras del obispo de Bani. Este si puso las cosas en su lugar frente a las pretensiones gobiernistas de perpetuarse en el poder buscando una reelección que todavía no se le ve la puerta de acceso a tal despropósito. Y los mensajes clericales emponzoñaron la sensible piel peledeísta, arropada siempre de su anticlericalismo histórico, que por la forma de su repuesta, se ve el efecto cuando desde hace algún tiempo, las críticas frontales de los obispos al proyecto reeleccionista del presidente Medina, son viscerales por esas pretensiones de una reelección que podría ser perjudicial para algunos sectores de la población. Pero para otros sectores se le considera como lo más conveniente teniendo en cuenta la incapacidad de los políticos opositores. Estos nunca han dado muestras de capacidad ni mucho menos coherencia en sus posiciones de crítica al gobierno.
La mayoría de los dominicanos en el fondo creen, en su más íntima convicción pero no lo externan por miedo a ser satanizados, como lo más conveniente de una reelección. Y eso por tener en cuenta el bajo nivel de los pretendientes opositores y del mismo partido oficial, todo por el escaso carisma de los aspirantes, pocas luces queriendo arrebatar para encaramarse sin nada que ofrecer y convencer, pero si muchas ganas de apoderarse de los recursos tal como lo hacen muchos ahora de un sector del partido oficial. Con las botellas y los negocios más raros, pese a la transparencia de como se ejecutan la asignación de los contratos, ha ocurrido un dispendio convirtiéndose en una aglomeración de botellas codiciadas por todos los que desde la acera opositora esperan su turno, aun cuando sea con la ayuda por debajo de la mesa desde el mismo poder gobernante.

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