La separación de hace 177 años

La separación de hace 177 años

El próximo sábado 27 los dominicanos conmemoramos el 177 aniversario de la noche cuando rompimos las cadenas de la sumisión con las que los haitianos nos habían amarrado a nuestros ancestros dominicanos desde 1822 en una férrea dictadura impuesta por Boyer que para esa fecha había sido derrocado meses antes.

         Cuando Núñez de Cáceres había decidido proclamar su independencia de España, previa búsqueda de apoyo internacional, los haitianos con el Gobierno de Boyer, se dieron cuenta de la oportunidad de continuar con sus planes del dominio de la isla tal como habían sido sus objetivos desde 1804, cuando Dessalinnes al proclamar su independencia, invadieron la parte oriental de la isla causando  una grave mortandad y destrucción de poblaciones.

          Para Boyer la consigna era que la isla era una e indivisible. Y hacia allá encaminó todos sus esfuerzos, cerrando escuelas, universidad, eliminando el español, sometiendo al clero,  estableció severas regulaciones para que los españoles pudieran ejercer el comercio.     Y aun cuando abolió la esclavitud esos exesclavos quedaron en peores condiciones que su anterior sumisión cuando la misma apenas la sentían en un territorio de escasa población.

          A comienzos  del siglos XVII la escasa población estaba repartida en el extenso territorio del oriente de la isla donde en el oeste sobresalía la prosperidad de la colonia francesa que desde 1650 se convirtió en una fuente de riqueza para Francia que le había llevado a ocupar toda la costa norte de la isla hasta Samaná después que Osorio en 1606 había provocado la miserable tarea de despoblar esa parte y trasladando las escasas poblaciones hacia el centro de la isla y más cerca de Santo Domingo.  De ahí es que vino la familia de ese pintor universal francés nacido en El Limón, Teodoro Chasseriau.

         Boyer se valió de la excusa, que mediante decenas de cartas llegadas desde la parte española, sus habitantes, individualmente o en grupo, les solicitaban que viniera a ocupar la colonia española abandonada y sometida en una miseria agobiante por parte de sus anteriores amos que la España Boba había sido el puntillazo para un olvido total de España de su colonia más querida.

           La escasa población española resistió soberbiamente el proceso de haitianización de la colonia reflejándose  principalmente  en Santo Domingo. Quizás lo único notable que quedó de esa ocupación fueron los balcones de las casas que muchas recuerdan aquellas de New Orleans, ciudad francesa de Estados Unidos  con sus estructuras de acero y pisos de madera. Así mismo, las iglesias coloniales que eran un orgullo estaban abandonadas  y tan solo la catedral, el convento y pocos templos más permanecieron como un esfuerzo de la curia española para sostener la fe frente a los embates anticatólicos de los haitianos.

           Ya para 1838 el sentimiento de sacudirse de la dominación haitiana iba creciendo y la llegada al país de Juan Pablo Duarte aceleró ese sentimiento  que con su prédica fue  calando en los sentimientos de los muchachos que frente a otros grupos como el de Bobadilla, Santana, Jiménez contrastaba la decisión de ser libres. Poco a poco fue afianzándose ese sentimiento de ser libre de  la férula haitiana y se hizo inquebrantable el afán de lograr la libertad. Los haitianos no reprimieron  con severidad ese movimiento,  y el 27 de febrero de 1844 en una acción  bastante improvisada, sonó el estallido del trabucazo de Mella. Se enarboló una bandera haitiana a la cual se le colocó   cruz blanca cocida a través para demostrar el empeño  de una sangre española que reclamaba sus derechos.

            Con más miedo que vergüenza nació una nueva nación separada de sus amos tutelares que no aceptaban esa separación y dos semanas después se presentaron en la llanura de Azua con un numeroso ejército para aplastar y reducir a la obediencia a los dominicanos.  Se inició así un proceso bélico que por doce años mantuvo en armas a la nación recién separada. Una lucha de escasez de recursos dominicanos  frente a un ejército bien armado que llegaba con ímpetus para hacer prevalecer su derecho de someter a sus díscolos súbditos.

            En todo ese tiempo de 1844 a 1856 los haitianos nunca pudieron vencer a los dominicanos en sus doce batallas. Pero no perdieron la oportunidad para apoderarse de las poblaciones dominicanas de San Miguel de la Atalaya, San Rafael de la Angostura, Hincha y Las Caobas. Entonces, después del acuerdo de paz de 1874, los haitianos se tranquilizaron con tan solo esporádicas refriegas  hasta que Trujillo los castigó con la horrible matanza de  miles de sus ciudadanos en una larga noche de sangre y odio de 1937.  

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