Cada seis minutos alguien se somete a una cirugía plástica en Venezuela y alimenta la obsesión por la belleza física de este país, donde miles de personas están dispuestos a gastar lo poco que tienen para verse más guapos.
Venezuela cerró 2018 con cerca de 200 millones de dólares gastados en cirugías plásticas, unos números bajos en comparación con años anteriores.
Cada uno de sus casi 700 cirujanos realiza unas 10 operaciones al mes, lo que suma unas 84.000 intervenciones al año durante la última década, según los datos de la Sociedad Venezolana de Cirugía Plástica (SVCP).
Toda la maquinaria que promueve la cirugía plástica está pensada y dirigida hacia las mujeres, que son las principales consumidoras de este mercado. La hiperpromoción de cánones físicos, la feminización de la belleza y hasta la identidad cultural nacional, son los principales factores que las impulsan, apunta la psicóloga María Alejandra Ramírez.
Movida por alguna de estas razones, la joven Génesis Bastidas cuenta que en junio gastó todos sus ahorros para aumentar la talla de su pecho, lo que significó quedarse sin dinero para su otro plan- emigrar a Venezuela huyendo de la crisis, algo que han hecho ya cerca de 4 millones de personas en el último quinquenio.
“Era para sentirme bien conmigo misma (…) yo no me estoy operando para mostrar, sino para sentirme mejor”, señala esta mujer de 24 años, que invirtió en su mamoplastia una cantidad de dinero que tardará años en reponer en este país, donde la mayoría gana menos de 2 dólares mensuales.
En Venezuela se promueve que las mujeres tengan los senos y glúteos grandes, sean flacas y con rostros perfilados, explica la psicóloga.
Familias enteras presionan a sus niñas -y no a los niños- para que luzcan de una forma determinada. Esto crea una necesidad en miles de mujeres que no tienen determinadas características físicas y acuden a la cirugía de cambios que refuercen su autoestima.La mujer que se adapta a determinados cánones sociales “va a ser mucho más exitosa”, asegura.
Sin embargo, sostiene que ninguna decisión de operarse es 100% propia. Casi siempre responde, en alguna medida, a la presión que ejerce la sociedad.
“La decisión tiene que ver con lo que los demás esperan de mí, con lo que yo quiero mostrar al mundo”, afirma.