La sincronía de los demócratas

La sincronía de los demócratas

Por MICHAEL POWELL C. 
NUEVA YORK —
Quizá se pueda perdonar a los demócratas por usar gafas de sol en estos días, así de brillantes son sus días en este momento.

   La concurrencia demócrata en Iowa fue del más del doble de la de los republicanos. Los sondeos nacionales muestran que los principales candidatos del partido están por encima del mejor del campo republicano. También han declinado ensañarse unos con otros, aunque eso pudiera cambiar conforme la campaña y los candidatos entran en un mayor frenesí.

   Y, cualesquiera que sean sus diferencias en el énfasis y filosofía del gobierno, los demócratas se han inclinado por temas notablemente similares. Favorecen la atención médica universal, retirar las tropas de Irak, combatir el calentamiento global, elevar los impuestos para los muy ricos, y reducir los impuestos para las clases obrera y media.

   Todo es aprobado en las encuestas y muy aplaudido por los seguidores del partido.

   «Es un consenso notable», dijo Robert B. Reich, quien fue secretario del Trabajo en el gobierno de Bill Clinton y ahora es profesor de la Universidad de California en Berkeley. «Este es el mayor grado de unanimidad que he visto en al menos tres décadas y lo debemos a George Bush y todo lo que él representa».

   Ese consenso también refleja que la era divisiva ha pasado. La caída del Muro de Berlín en 1989, y la asombrosa declinación de la delincuencia y la beneficencia en los años 90, removieron temas que habían enfrentado a demócratas contra demócratas durante una generación.

   «Los asuntos sociales emotivos han sido sistemáticamente eliminados del debate», dijo Al From, fundador del Consejo del Liderazgo Demócrata y veterano combatiente en favor de un tipo centrista de política demócrata.

   Dicho esto, el trato paritario de hoy en más complicado de lo que podría parecer. Mientras Barack Obama lleva su victoria de Iowa a Nueva Hampshire, seguido de cerca por John Edwards y Hillary Rodham Clinton, los tres candidatos, como señala el historiador de Princeton Sean Wilentz, representan enfoques diferentes y a menudo divisivos ante la política y la solución de problemas.

   Obama es el anti-político, el idealista que transcendería la política. Su linaje se extiende de Bill Bradley a Paul Tsongas, Jimmy Carter y Adlai Stevenson. Clinton es la pragmática liberal, un papel adoptado por su esposo, el ex Presidente Bill Clinton, por no mencionar a Lyndon Baines Johnson y Harry Truman. Edwards se ha envuelto en una capa populista, un enfoque potencialmente potente y explícitamente partidista.

   No hace mucho tiempo, estas facciones estaban divididas en torno a la beneficencia, la pena de muerte y la raza en choques partidistas terriblemente sangrientos. En 1980, el senador Edward M. Kennedy, que se postuló como una especie de populista, hizo pucheros y apenas pudo dominarse para apoyar al Presidente Jimmy Carter en la convención demócrata. En 1988, el populista Jesse Jackson mantuvo un silencio glacial antes de dar su asentimiento al nominado pragmático Michael Dukakis.

   El actual grupo parece más manso. El populista Edwards quizá ataque a las compañías farmacéuticas en busca de una reforma de la atención médica mientras que el idealista Obama podría invitarlas a un almuerzo bipartidista. Pero esa diferencia no hace que los candidatos se ataquen uno al otro. Al menos, no todavía.

   «Se tiene que ser un talmudista o entrar en un análisis textual profundo para encontrar un argumento sustantivo», dijo Reich.

   En metas amplias, así es.

   La política exterior aún abre fisuras visibles, como hizo hace cuatro años, cuando los demócratas se mantuvieron divididos entre pacifistas y aquellos como el senador Joseph Lieberman, que creían, como el Presidente Bush, que el mundo es un lugar peligroso que es mejor que sea vigilado por un imperio estadounidense firme.

   Hillary Clinton se acerca más a esta opinión. Votó en 2002 para autorizar la marcha hacia la guerra en Irak y más recientemente votó para etiquetar a la Guardia Revolucionaria de Irán como una fuerza terrorista. Pero habla ahora de unir la dureza con la diplomacia vigorosa, y así reparar la imagen estadounidense en el extranjero.

   Obama toca este tema, también, oponiéndose a la guerra en Irak pero advirtiendo contra la «arrogante mentalidad de búnker» de Estados Unidos. (Se perdió la votación sobre la Guardia Revolucionaria de Irán.)

   Edwards ha probado ser un pacifista agresivo, disculpándose por su propio voto de 2002 en favor de la guerra y pidiendo una rápida y completa retirada de Irak.

   En la política interna, los candidatos demócratas invocan dos palabras — «clase media» — casi cada vez que respiran. Ofrecerían seguro médico a casi todos, harían más asequibles los préstamos universitarios y darían alivio fiscal a la clase media.    Pero tienen visiones diferentes de cómo el gobierno lograría esas metas. Clinton tiende a favorecer los incentivos económicos y las políticas hechas cuidadosamente a la medida, como recortes de impuestos enfocados. Obama y Edwards prefieren una mano gubernamental más amplia y vigorosa. Este debate sobre el papel del gobierno   internamente ha paralizado a una generación de candidatos demócratas.   Sobre cuestiones sociales y culturales, los demócratas tienden a responder en voz baja. A saber, apoyamos los derechos de los homosexuales, la investigación de células madre y el derecho de una mujer a elegir un aborto, pero por favor, por favor, por favor, no nos hagan hablar de estos temas en voz demasiado alta durante la elección general.

   De lo que los candidatos demócratas deberían hablar en voz alta, argumenta Reich, es de que los votantes de clase media tienen 70 por ciento de su riqueza invertida en casas cuyo valor está declinando rápidamente. También pueden enfrentar a la «clase media» contra el 2 por ciento de estadounidenses que son ricos más allá de toda medida.

   «La mayor disputa en la sociedad estadounidense era entre los pobres y la clase media y los republicanos lo explotaban de manera brillante», dijo Reich. «Ahora las palabras ‘clase media’ engloban a los pobres trabajadores, la clase obrera y la clase media. Si una persona gana entre 16,000 dólares al año ó 66,000 dólares al año, su empleo es más precario, y no tiene pensión alguna».

   «ES mucho más fácil que el candidato hable sobre injusticia», dijo.

   Quizá, pero no todos los demócratas son tan optimistas. Algunos ven a un partido aún un poco traumatizado por derrotas pasadas. Los demócratas, después de todo, esperaban ganar las contiendas presidenciales en 2000 y 2004.

   Los republicanos, además, tienen mucha práctica en desplazar a los demócratas en sus propios temas. En la elección pasado, los republicanos criticaron a los demócratas por ser demasiado débiles con el terrorismo, y ahora, algunos analistas demócratas esperan un ataque republicano sobre la inmigración, lo mejor para meter una cuña entre los ansiosos votantes de clase media y el creciente número de votantes latinos del Partido Demócrata.

   Nada, se recuerdan los demócratas, está asegurado, ni siquiera la paz cautelosa que se ha mantenido entre los candidatos.

   «Existe unidad pero en este momento nació de 40 años de aullarle a la luna», dijo Wilentz, cuyo nuevo libro «The Age of Reagan: A History, 1974-2008», va a ser publicado esta primavera.    «Según todos los precedentes históricos, los demócratas deberían prepararse para un gran regreso», dijo. «Pero no hay garantías».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas