La sinrazón homofóbica

La sinrazón homofóbica

Los regidores de Santiago de los Caballeros y el gobernador de la provincia nos acaban de dar una lección monumental de atraso político y poca sofisticación de pensamiento al censurar una actividad social de homosexuales en nombre de la moral y las buenas costumbres. Como en el siglo XIX.

Y es que los homosexuales de Santiago de los Caballeros están haciendo algo que hay que hacer: revalidando pública y orgullosamente la existencia de una minoría social a partir de sus preferencias sexuales con todos los derechos legales, sociales y culturales. Es un importante legado del turbulento siglo XX que ya permite realizar –o al menos discutir la posibilidad de realizar- acciones insospechables décadas atrás como es el caso, por ejemplo, de los matrimonios de homosexuales con plenos derechos contractuales. El mundo avanza en esta dirección como una tendencia de justicia social. Pero de pronto nos encontramos con que los homosexuales de la ciudad decidieron organizar un concurso de belleza en un bar (como habían hecho en años anteriores) lo que provocó una reacción inoportuna por parte, primeramente, del gobernador. Inicialmente declaró en una estación de radio su oposición al concurso sobre la base que “atenta contra la moral y las buenas costumbres”, aunque luego dijo que no dijo lo que dijeron que dijo, sino que era una oposición personal. Oficialmente, aclaró, para hacer las cosas aún más confusas, que si los homosexuales hacían su actividad en un salón cerrado y privado, no habría problemas. Algo así como los cristianos en las catacumbas. Es decir, tolerables si son invisibles.

Los regidores del Ayuntamiento, ni cortos ni perezosos, se lanzaron sobre el tema como verdaderos plantígrados y emitieron un voto de censura sobre la base de los mismos argumentos catequistas del gobernador. Dícese que solo por mayoría, por lo que vale felicitar a los perdedores.

Mis preguntas son tres:

1- ¿Quién autoriza a un representante del presidente a emitir juicios de valor condenatorios sobre una actividad de un grupo social que vive en la comunidad, trabaja y paga impuestos sencillamente porque él considera que son inmorales? ¿Es un socialité, un predicador o un representante del presidente? Al menos habría que enseñar al gobernador que no tener nada que decir es una buena razón para callarse.

2- ¿No hay una confusión similar respecto a los regidores? Hace poco tiempo estos mismos regidores declararon estar apenados de percibir viáticos por valor de 44 mil pesos mensuales y pidieron incrementar sus salarios hasta 90 mil, es decir, mucho más de lo que ganan muchos profesionales abnegados y competentes tras trabajar muchas horas diarias. Y por supuesto una suma inimaginable para la mayoría pobre de la población municipal que se amontona en los barrios marginales de la ciudad y para la cual los regidores están supuestos a trabajar. Es bueno que la sala capitular se preocupe de la moral y de las buenas costumbres, pero en lugar de condenar a los homosexuales, debe revisar su propio funcionamiento, el probable desbalance entre la dedicación de sus miembros y sus apetencias mercuriales y la no menos probable proclividad de muchos de sus integrantes a colocar sus mezquinos intereses personales por encima del bien común que deben defender.

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