“¡La soberanía y nosotros!”

“¡La soberanía y nosotros!”

“Parece, como si nos gustara no ser nosotros… Parece, como si ser nosotros no nos gustara… Al derecho, o al revés, el significado es el mismo… Tratamos de esconder nuestras cabezas en un hoyo para que no nos vean –como hace el avestruz… Cada vez que se juega con la Constitución – y decimos ‘que se juega’, porque ya Balaguer sentenció con sobradas razones que es un pedacito de papel- se nos antoja defender su contenido… Discutimos en privado, en público, en estrados frente a magistrados… Cuánta falta de respeto al no saber defender los artículos 2 y 3 de su Capítulo I… Queremos hablar de que queremos un país libre ‘y soberano’ y continuamente olvidamos que no es sólo el gobierno el responsable de dar la cara cuando así lo requiere el momento…”.

Píndaro ha iniciado su diálogo da’o al peca’o… Está que bota chispas por su caco… No sale de su asombro, al ver cómo sectores interesados son incapaces de defender públicamente lo que tienen consignado en sus propias normas de gobierno… “¡Oye, Herminio! –grita un enfurecido Píndaro-… ¡Apuesto peso a moriqueta que ni un 10% de nosotros los dominicanos nos hemos propuesto leer siquiera la introducción a nuestra Constitución!”.

“¡Ay, no digas eso Píndaro –le responde Herminio-… Es que las novelas en la televisión, los juegos de pelota y baloncesto, las carreras de caballos, las reuniones sociales y las escapadas a las playas no dan tregua y hacen escaso el tiempo para dedicarse a esa lectura que tú propones…”.

“Pues mira amigo –responde Píndaro-, como la situación es tan triste y más en estos momentos de indefinición situacional futura, ‘coge ahí papá y chúpate ese cajuil’… Aquí te suelto este ‘flay’ cuyo contenido ‘no es un rulo’… En el Artículo 2, de su Capítulo I, nuestra Constitución es muy clara al abordar el concepto e implicaciones de ‘la soberanía popular’, al expresar que ‘la soberanía reside exclusivamente en el pueblo, de quien emanan todos los poderes, los cuales ejerce por medio de sus representantes o en forma directa, en los términos que establecen esta Constitución y las leyes’…”.

“Y, en su Artículo 3 –continúa Píndaro su perorata-, que trata sobre ‘la inviolabilidad y principio de no intervención’, es muy clara cuando sanciona: ‘La soberanía de la Nación dominicana, Estado libre e independiente de todo poder extranjero, es inviolable. Ninguno de los poderes públicos organizados por la presente Constitución puede realizar o permitir la realización de actos que constituyan una intervención directa o indirecta en los asuntos internos o externos de la República Dominicana o una injerencia que atente contra la personalidad e integridad del Estado y de los atributos que se le reconocen y consagran en esta Constitución.

El principio de la no intervención constituye una norma invariable de la política internacional dominicana’… “.

“Pero, y te lo dejé para lo último amigo Herminio –señala Píndaro-, es que, para que no quede duda de que no puede haber una brecha de pendejada que nos permita negociar su contenido ni vulnerarla sin que al fin de cuenta la historia te lo tome en cuenta, nuestra Constitución inicia su contenido con la siguiente frase: ‘El pueblo dominicano constituye una nación organizada en estado libre e independiente con el nombre de República Dominicana’… Y, te agrego yo ahora Herminio –indica Píndaro con determinación-… ‘¿Acaso tú ves por algún lado en ese trascendental texto alguna otra palabra de nación?… De hecho, es un nombre compuesto: República Dominicana –sentencia Píndaro-… ¡No juguemos con esto, que se nos queman las manos y no el carbón de nuestros árboles!…

“Caramba Píndaro –le refiere ahora Herminio-, ¡cuánta falta nos hacía recordar que si de algo nos debemos sentir orgullosos y dar una razón para luchar, es por nuestra propia soberanía!… Ella, somos nosotros… Y… ¡nosotros, somos el reflejo de ella!”.

 

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