La sobrevaluada Democracia

La sobrevaluada Democracia

POR FEDERICO A. MARTÍNEZ
Con frecuencia me invitan a participar en programas para hablar sobre temas de medio oriente y el sudeste asiático.  Supongo que los que realmente conocen sobre el tema sufren de miedo escénico o no los conocen en el canal. De todas formas, siempre termino preocupado por la certeza de no haber podido transmitir mis limitadas experiencias sobre esas culturas en el contexto del tema en debate. Todos ellos, el terrorismo, la guerra de Irak y los desastres naturales incluyen la palabra «Democracia», que me causa especial escozor.

De alguna manera hemos asumido que la democracia es el único estado aceptable de organización social; para ello no importa la cultura, religión, estado de desarrollo social o económico.  La democracia es vista como un valor suprahumano, inmanente a la condición de ser y única vía de redención.

En el sustrato de esta apreciación está nuestra cultura occidental basada en la forma específica de racionalidad asociada con la ciencia y tecnología moderna, a su vez originada en la cultura greco romana y la tradición lógica que arranca con Platón y la teoría Platónica de la ideas. Para Platón, el concepto de las cosas existe en un plano ideal previo a la cosa en si misma y es esa idea la que nos permite identificar la cosa.  Pero no toda cultura parte de la misma base y para mi, la más evidente observación sobre esta sutil, pero vital diferencia cultural la noté al leer una frase de un filósofo contemporáneo japonés que reza «En occidente cuando una cosa no se puede describir deja de existir.  En oriente cuando una cosa no se puede describir, emerge».

La democracia descrita en el plano de las ideas es sin duda un sistema de organización social eficiente y justa.  Sin embargo, parte de un plano ideal en el que entran en juego cuatro elementos primordiales: la justicia, la aristocracia, la igualdad y la unidad de propósitos. En el concepto expuesto en La República, Platón parte de la afirmación del poeta Simoníades: la justicia consiste en dar a cada uno lo que se le debe. Es sin embargo en la narración del diálogo entre Trasímaco y Sócrates donde saca a relucir la discusión aún vigente: ¿Es el gobierno para el justo? La respuesta de Trasímaco la pudiese escribir cualquier habitante de un barrio pobre de RD. «Cuando uno de los dos toma el gobierno, al justo le viene, ya que no otro castigo, el andar peor por causa del abandono en sus asuntos privados, sin aprovechar nada de lo público por ser justo, y sobre ello, el ser aborrecido de los allegados y conocidos cuando no quiera hacerles favor alguno contra justicia; con el injusto todas estas cosas se dan en sentido contrario». Pudiera asegurar que estaba hablando de alguno de esos hombres de a uno por generación, como Jorge Martínez Lavandier, quien murió en la pobreza después de haber ejercido poderes que han hecho millonarios a muchos.

En su respuesta Platón pone en boca de Sócrates el argumento de que las artes se diferencian unas de otras por su distinta eficacia (capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera). Así la eficacia de la medicina es procurar la cura y la eficacia del pilotaje es procurar seguridad al navegante. Por tanto, cada arte es eficaz no para si mismo, sino en el servicio que hace a los que de él se benefician. En consecuencia habría que concluir que ningún arte ni gobierno eficaz dispone de lo provechoso para sí mismo sino para otro; tal es la conclusión de Sócrates: «Así, pues, Trasímaco, resulta evidente que ningún arte ni gobierno dispone lo provechoso para sí mismo, sino que, como veníamos diciendo, lo dispone y ordena para el gobernado, mirando al bien de éste, que es el más débil, no al del más fuerte».

Nuestra democracia no es eficaz; en pura lógica aristotélica habría que concluir que si el requisito de la democracia es la eficacia en cuidar del bien del más débil, entonces tampoco es democracia. Cuando leo las discusiones sobre la reforma fiscal y el rol de cada una de las partes en la defensa de sus intereses, no me queda más remedio que coincidir con Trasímaco cuando afirma: «…porque los que censuran la injusticia no la censuran por miedo a cometerla, sino a sufrirla.»

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El autor es consultor empresarial

federico@promarketdr.com , http://tomandoencuenta.blogspot.com/

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