He decidido reflexionar sobre el dolor y el sufrimiento como experiencias normalizadas en nuestra sociedad, sin ser vistas como indicadores de salud mental, con causa y consecuencias personales y sociales.
Los acontecimientos traumáticos como el del Jet Set, los accidentes de tránsitos, los feminicidios, los homicidios, la violencia social, el bandolerismo y la delicuencia, son productores de dolor emocional y de sufrimiento que, dejan huellas somáticas y traumas en el cerebro de las personas vulnerables.
La sociedad no habla de todos los hechos traumáticos que se registran a diario de diferentes maneras: desde la familia, las parejas, la escuela, el tránsito, las comunidades y en cualquier espacio donde se socializa, vivimos expuestos al sufrimiento y al dolor.
El dolor emocional es una de las señales de que, algo está dañando o impacta en nuestro estado de bienestar. Pero el sufrimiento es una experiencia emocional, psicológica y existencial. Sin embargo, ambos, dolor emocional y sufrimiento de forma recurrente impacta al cerebro, al corazón, estómago, la piel y el cuerpo.
Las enfermedades somáticas, las inmunológicas, los trastornos mentales, tiene mayor aparición en personas que han sido expuestas a traumas, dolor, maltratos y abusos psicológicos, emocionales, sexuales y por negligencia.
Un niño o adolescente con una historia de trauma le afecta en todo su desarrollo, lo expone al consumo temprano de drogas, al consumo de pornografía, a trastorno de la personalidad y trastorno adaptativo que, le van impedir de forma armoniosa y equilibrado su funcionalidad, su bienestar y el logro de la felicidad.
Me preocupa como psiquiatra el daño, el dolor y el sufrimiento de las personas que buscan la ayuda de la salud mental, refiriendo sus traumas infanto-adolescente, en su adultez productiva, producido por una tercera persona de forma irresponsable.
Nuestro país es un reproductor de dolor y sufrimiento todos los días y fines de semanas, donde varias familias han tenido pérdida que se pudieron prevenir. A veces, en algunas personas el dolor ayuda al crecimiento, la fortaleza y a la resiliencia.
El dolor emocional, la pena muda, el silencio y el aislamiento, acompañado de sentimiento de culpa, rabia, enojo, tristeza o vergüenza, representan la vía donde se llega a la depresión, al trastorno por estrés postraumático, a las ideas e intento de suicidio, y a la desesperanza.
Para una persona lograr el bienestar social y personal debe de haber superado sus traumas, su dolor emocional y el sufrimiento, haber cerrado el pasado, o sea, el dejar ir, para dejar llegar y dejar ser en la vida.
El bienestar y la felicidad tiene que ver con la buena actitud, autoestima sana, asumir propósitos en la vida, conectar y reconectar después de cada adversidad y de cada circunstancia que nos exponga al dolor y al sufrimiento.
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Tenemos que trabajar como sociedad para disminuir los traumas, el dolor emocional y el sufrimiento. Lo penoso es que las causales del dolor sonevitables, se pueden prevenir y construir una sociedad de mayores factores protectores hacia los traumas.
Para alcanzar el bienestar social, se debe invertir en políticas sociales, con servicios de calidad y calidez para el logro de la felicidad colectiva.
Apostemos a una sociedad del bienestar, el equilibrio y de prevención en las temáticas de la salud mental.