La sociedad del riesgo

La sociedad del riesgo

EDUARDO JORGE PRATS
Estados Unidos ni el mundo que ha seguido por los medios el impacto y las secuelas del huracán Katrina en Nueva Orleans y gran parte de la zona del Golfo de México apenas se recuperan del estremecimiento emocional causado por ese fenómeno natural. Pero más allá de la magnitud del desastre, del número de muertos, desaparecidos y refugiados y de los miles de tragedias individuales hoy conocidas por obra y gracia de las comunicaciones globalizadas, ¿qué nos dice Katrina del mundo y de la sociedad en que vivimos? ¿Qué lecciones extraer de este fenómeno tan natural como implacable?

Katrina remite al mundo de los peligros preindustriales, a los «golpes del destino» que se descargaban contra los hombres desde «fuera» y que eran atribuidos a «otro». Se trataba de «actos de Dios», de los demonios o de la naturaleza. Si se buscaba un culpable de la tragedia, el acusado era Dios que castigaba a un pueblo que se había alejado del «camino del Señor». Las acusaciones tenían una motivación religiosa, como revelan algunas de las declaraciones de líderes del islamismo radical a raíz de Katrina. Cuando las sociedades se secularizan y desencantan, la acusación recae en la naturaleza. Pero la naturaleza no es hoy enteramente natural: la naturaleza es también una construcción cultural. De ahí que las acusaciones por los desastres no tardan en recaer en quienes gestionan la ciencia de la naturaleza, en los expertos, en los tecnócratas y en los políticos.

Comprender a Katrina en el mundo contemporáneo obliga por tanto a abandonar la falacia naturalista y comprender la tensión entre naturaleza y sociedad. Porque los muertos y los desplazados no fueran hoy tantos en Louisiana si no existiesen las superaglomeraciones humanas en las urbes contemporáneas y si no se robasen kilómetros de lecho a los ríos y mares. La magnitud de los fenómenos naturales no puede comprenderse al margen del efecto invernadero, que, en el largo plazo, eleva las temperaturas y el nivel del mar, sumerge regiones costeras enteras, convierte tierras agrícolas en desierto, desplaza zonas climáticas de modo imprevisible y acelera dramáticamente la extinción de las especies.

Katrina remite, en consecuencia, a la sociedad del riesgo global en que vivimos. El principio axial de esta sociedad es, en palabras del sociólogo alemán Ulrich Beck, de la Universidad Ludwig-Maximilin, de Munich: «los peligros producidos por la civilización que no pueden delimitarse socialmente ni en el espacio ni en el tiempo». Comprender este tipo de sociedad obliga necesariamente a captar sus problemas no como cuestiones del entorno, del medio ambiente, del mundo que nos rodea, sino como problemas del mundo interior de la sociedad. De lo que se trata es de entender «la incertidumbre fabricada dentro de nuestra civilización: riesgo, peligro, efectos colaterales, asegurabilidad, individualización y globalización».

Lo que revela Katrina es que «la vida cotidiana es ‘ciega’ respecto a los peligros que amenazan a la vida y, por tanto, depende, en sus decisiones íntimas, de expertos y contraexpertos». La vida es insegura no sólo por los daños potenciales sino por la expropiación de los sentidos por los riesgos globales. Peor aún, la exigencia de responsabilidades se complica porque la producción de riesgos se impone como consecuencia del desarrollo industrial, lo cual conduce a un sistema de irresponsabilidad organizada. La tecnocracia del peligro conduce a la aceptación de niveles «aceptables» de contaminación y de riesgo.

Es cierto que la sociedad industrial transforma las amenazas incalculables de los fenómenos naturales en riesgos calculables a través de la tecnología y los cálculos actuariales de la industria del seguro. Pero, en la medida en que la sociedad genera sus propios peligros sistemáticamente producidos (por ejemplo, la contaminación de las aguas que hoy inundan Nueva Orleans), la sociedad se inclina «más allá del límite de lo asegurable». Como bien afirma Beck y revelan las imágenes de Louisiana, «la vida y la conducta en la sociedad del riesgo se han hecho kafkianas en el sentido estricto de la palabra». Con Katrina descubrimos que «no hay planes para medidas paliativas en caso de que se produzca el peor caso concebible. En el mundo de la sociedad de riesgo global, la lógica del control se colapsa desde dentro».

Publicaciones Relacionadas

Más leídas