En 1992 el influyente politólogo y catedrático estadounidense Francis Fukuyama, inspirado en Hegel en su célebre obra El Fin de la Historia y el Último Hombre, manifestó que la caída de la Unión Soviética significaba también “la caída de las ideologías y la hegemonía de la democracia liberal como modelo único”. En virtud de ello, el individuo pasaba a tener como único norte la búsqueda de la satisfacción de sus intereses económicos e individuales. De igual forma, se planteó que el humanismo, la cultura y la ciencia como base moral serían capaz de desplazar a la religión u otros dogmas morales y éticos de la vida en sociedad.
El hombre Portador de Deseos.
En los inicios del siglo XVII el filósofo británico Thomas Hobbe, externó que la praxis política debía de “imponer un sistema social que salvase al hombre de su propia individualidad”. Toda vez que, el individuo como ente intrínsecamente social tiene una proclividad troglodita a la búsqueda de satisfacer sus necesidades y deseos; aun sin importar la línea que tenga que atravesar. Dentro de ese contexto, el hombre en toda su historia no ha hecho más que repetir por diferentes métodos la escena entre Caín y Abel. Con el agravante de que, con la llegada de la era de la información y la tecnología; el hombre se hizo enemigo de sus valores, de su cultura y sus creencias.
Desde esa perspectiva, al margen de las luchas tradicionales por los recursos, las rutas comerciales, la religión y el poder etc. En el mundo de hoy el hombre ha destapado los desafíos más grandes de su existencia que son, la lucha contra su originalidad, sus apetencias desmedidas de consumo, de modas y de reconocimiento a su figura en una sociedad cada día más individualista, más cambiante y más efímera. Por eso, es que todos los años aumentan los suicidios y la utilización y adicción de antidepresivos. Y, la proliferación de enajenados cibernéticos capaces hasta de comer literalmente mierda en las redes sociales; solo para conseguir likes de gente que él ni les importa.
El Homo Videns.
Ese razonamiento de un mundo sin sustancia al que estamos asistiendo, fue precisamente lo que motivó al gran Giovanni Sartori a escribir su obra El Homo Videns, La Sociedad Teledirigida. En la misma, el cientista italiano expuso que la televisión, los videos y las redes de comunicación se habían apoderado de casi todos los humanos del globo terráqueo. Y, que en consecuencia el hombre solo estaba actuando por lo que veía; empobreciendo y reduciendo por completo su capacidad cognoscitiva. Si agregamos a eso, la transculturación que comenzamos hace décadas tendríamos que concluir preguntándonos, ¿cuál es nuestro gentilicio y fisonomía?
Por tal razón, el sociólogo francés Alain Touraine plantea, que el capitalismo salvaje y desacreditado no es otra cosa que; la misma globalización que conocemos en tiempos modernos. Y, donde “la televisión y las redes son la base de la opinión pública” las cuales han creado un mundo esquizofrénico en el que; entre el individuo y lo global no hay nada. Por ello, la infoxicación masiva ha puesto al desnudo la carencia de valores, la ignorancia y autenticidad de los pueblos. La lógica es reconocimiento y nada más, donde una misma persona, aunque parezca increíble muere de hambre en su vida real y es rico o clase media en su Instagram.
Un Mundo Líquido.
No existe duda alguna de que, el gran Zygmunt Bauman es el padre del mundo líquido. El sociólogo polaco con todas sus teorías sobre el consumo y el individualismo nos dejó ver con meridiana claridad; que estamos viviendo en una versión moderna del sueño del rey Midas. Esa sociedad de hombres y mujeres light, no solo se reduce al consumo y las apariencias, sino, que este modelo nos obliga a ser únicos y ella misma da las pautas para serlo. Verbigracia, bebiendo un determinado producto, llevando una marca de ropa, hablando por un determinado móvil, conduciendo un determinado carro o de vacaciones a un lugar que se haya puesto de moda.
En ese sentido, hemos visto que las afirmaciones de Karl Marx contra el capitalismo, por su carácter derrochador y su iniquidad moral; siguen totalmente vigentes y ambas han adquirido dimensiones planetarias. Solo en ese mundo de la sociedad teledirigida, donde solo importan los likes y los seguidores, de individuos que ni conocemos y que mucho menos les importan nuestras vidas. Solo allí, en ese mundo terriblemente absurdo puede una hermosa mujer como Kim Kardashian, que tiene el en cerebro el mismo silicón que tiene en sus senos y glúteos; tener muchos más seguidores que todos los premios Nobel juntos. ¡Qué barbaridad!