La soledad en compañía

La soledad en compañía

El miedo a la soledad es una angustia mundial. Cada día más personas no logran aprender a combatir la soledad. Cuando las sociedades eran predecibles, gregarias y, todo se compartía, era fácil encontrar personas para ir a la iglesia, al parque, al mercado; en el dolor, en la pérdida, en la alegría; siempre había una persona detrás de la puerta, dispuesta hacer compañía.

Ahora, en pleno siglo XXI, la cultura de la prisa, el individualismo, el consumo, la tecnología, el pluriempleo, la migración, el divorcio, el desafecto, la crisis de los vínculos etc., han puesto a más personas en soledad. Pero también, están los que practican el solitarismo social como estilo de vida. La soledad es una realidad, una circunstancia que a cualquiera le puede tocar la puerta; convirtiéndose en miedo, angustia, terror, pánico, depresión, y hasta suicidio en el peor de los casos.

Sin embargo, de todas las soledades, créanlo, la peor es la soledad en compañía: aquella que se vive o se practica, teniendo personas al lado, dentro de la casa, pero se siente el silencio, la distancia, el desafecto, el desapego y la incomunicación. La vida moderna, el confort, la tecnología, han impulsado la construcción de los espacios dentro de los hogares, cada quien con su televisión, su celular, su laptop, su carro, su comida, su mascota, su propia historia vivida socializada hacia fuera de su propio entorno. Así se socializa la soledad en compañía. Cada quien tiene sus propios problemas, sus miedos y angustias, pero no sabe o no puede contarles a los de la casa, debido a que no existen, el vínculo, el apoyo sano, el afecto y la compresión; son familia, pero cada quien anda con su propia historia.

En ese tipo de soledad en compañía, en los adolescentes o adultos tempranos, se expresa en la incomunicación con los padres: comen en su habitación, hacen vida en ella, tienen su llave, no informan dónde van, ni preguntan por los demás, o no hay afectos ni encuentros familiares.

Los padres, a veces están separados dentro de la casa, o distanciados, donde apenas se hablan, ya nadie comunica, ríe, planifica nada, ni piensa en el otro(a). En esa soledad en compañía nada se sabe del sufrimiento, de los conflictos o circunstancia que afecta a cada quien.

En la intimidad esa soledad se siente en la economía, el desamor, el conflicto, el proyecto de vida, etc. Desde lejos, parecen que viven juntos, pero en la propia intimidad se vive el individualismo y la distancia.

Para el colmo, existen personas que practican ese tipo de soledad y le parece normal debido a la falta de vínculos, de apego sano, de solidaridad, de amor y de afectividad en que se vive; donde algunos terminan siendo personas alexitimicas: personas incapaces de expresar emociones positivas.

Millones de personas se han hecho esclavos del siglo XXI; viven el hedonismo, son egocéntricos, narcisistas, prisioneros de su ego desbordado, y, para mal, siente que no necesitan a nadie.

Ellos están solos, con su música por dentro, en pleno silencio y plena apatía; hasta llegan a creer que las cosas materiales suplen a las personas y a los vínculos. Repito, de todas las soledades, ésta, la de la soledad en compañía, es la que más duele.

Duele más por la frialdad y la indiferencia en que se vive. Por el dolor y la ausencia de afecto que se practica. Dejando a las personas con sus propias circunstancias, y su propios temores. Pero aún peor, tener que hacerlo todo solo: comer solo, ver tele solo, salir solo, pensar y fantasear la sociedad en silencio, producto de la soledad en compañía, es una verdadera miseria humana que la legitima y la valida, la esclavitud del siglo XXI.

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