La suerte de Leonel Fernández

La suerte de Leonel Fernández

José Manuel Guzmán Ibarra
En el año 1995 el país estaba tratando de afianzar la salida a una gran crisis política. El trauma de las elecciones de 1994 se mantenía en el ambiente. Recuerdo haber visto en televisión el lanzamiento de la candidatura de Leonel Fernández; en su discurso había conceptos y recursos que nunca antes había presentado ningún candidato en el país. Ese día muchos decidieron apoyar al PLD a pesar de que en ese preciso momento las apuestas de triunfo estaban en otro lado.

Por aquellos días nació la leyenda sobre lo afortunado que era Leonel Fernández. Muchos afirmaron que el apoyo recibido de Joaquín Balaguer en 1996 fue pura suerte. Algunos todavía, quizá por costumbre, lo repiten. Esa leyenda deja de lado los años que Fernández dedicó a la preparación política, las horas dedicadas al trabajo, la disciplina partidista, el sistemático estudio, la candidatura vicepresidencial con Juan Bosch, las elecciones internas ganadas y cedidas, y su delicada y focalizada relación con una pequeña élite de periodistas e intelectuales. La suerte había encontrado el trabajo.

Su gobierno, atacado desde su mismo principio, sitiado por huelgas, acosado por el dolor de los adversarios fue un ejercicio ejemplar en materia de gobernabilidad y estabilidad económica. A la leyenda de la buena fortuna del presidente Fernández se añadió la del precio del petróleo. Mientras al PRD le habían tocado las más fuertes alzas de precios en sus gobiernos, decían, Fernández había cosechado de las reformas realizadas en los 90 y precios a once dólares el barril. Afortunado, sin dudas.

A pesar de las sugerencias realizadas desde distintos ámbitos para que Fernández modificara la Constitución para reelegirse (póngase los pantalones, dijo el entonces presidente del Senado, a la sazón Amable Aristy). El Presidente dejó el poder sin haber sido derrotado.

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